Como los grandes santos, san Juan Pablo II amaba el rosario y escribió una hermosa carta, - Rosarium Virginis Marie- donde afirma que:
El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad (no. 1).
Además, "aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología", pues se meditan los episodios más destacados de la vida de nuestro Señor Jesucristo.
Por eso fue su oración favorita, la que lo acompañó en sus momentos de alegría y tristeza, al igual que la de muchos santos, que amaron el rosario y recomendaron rezarlo.