Italia es el tesoro por excelencia del patrimonio católico. Dentro de sus fronteras se encuentran majestuosas basílicas papales, iglesias de estatus extraordinario concedidas directamente por un Papa. Cuatro de estas magníficas basílicas tienen un estatus especial y adornan las calles de Roma, pero un viaje a Asís revela otras dos de estas joyas católicas.
La Basílica de Santa María de los Ángeles alberga la Porciúncula, la pequeña pero legendaria capilla donde se cree que san Francisco de Asís fundó la orden franciscana. El humilde exterior de piedra de la capilla contrasta con la majestuosa basílica que la rodea, testimonio de la humilde sencillez del santo. Y aún así, a pesar de su austeridad, el lugar tiene un inmenso significado espiritual, ya que alberga el Altar Papal, donde solo los más altos cargos de la Iglesia pueden celebrar Misa.
Un corto paseo cuesta arriba lleva a la Basílica de san Francisco. Esta imponente estructura alberga la tumba del amado santo. Los famosos frescos que representan su vida adornan las paredes y cuentan la historia de esta figura venerada. Son obra de dos de los más grandes maestros del Renacimiento: Giotto y Cimabue. Al igual que su basílica hermana, también cuenta con el Altar Papal, lo que la convierte en un espacio sagrado de inmensa importancia.
Las basílicas de Asís ofrecen una experiencia de peregrinación diferente a la de las grandes iglesias de Roma. Son lugares de tranquila contemplación, obviamente imbuidos de los valores y la espiritualidad franciscana. La atención no se centra en la proeza arquitectónica, sino en el poder transformador de la fe humilde, reflejado en las sencillas estructuras que marcaron el nacimiento de una orden religiosa de influencia mundial.
Sala Stampa Sacro Convento Assisi
Puede decirse que las basílicas papales italianas son la cumbre de la arquitectura y la devoción católicas.
Ya se trate de las principales basílicas papales -la altísima cúpula de san Pedro, los intrincados mosaicos de Santa María la Mayor, la antigua grandeza de san Juan de Letrán, los retratos papales de San Pablo Extramuros- o de la resonancia espiritual de las basílicas de Asís, cada una de estas amadas estructuras ejerce un atractivo único para el viajero fiel.
Un viaje a estos santos lugares no es solo un recorrido histórico, sino una peregrinación al corazón mismo del catolicismo.
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