Arameo, hebreo y griego: tres lenguas se hablaban en Palestina en la época en que Jesús puso los pies en la tierra. Mientras que los galileos del interior hablaban arameo, los judíos de la diáspora, al igual que los habitantes de las grandes ciudades y de la costa, hablaban griego, la lengua utilizada por la administración romana que ocupaba el país.
En Judea, al sur de Samaria, se hablaba hebreo, mientras que en Galilea esta lengua se reservaba para los rituales funerarios y las oraciones. Jesús, en cambio, hablaba arameo: algunas expresiones han permanecido inalteradas en los Evangelios: "Talitha kum" (Mc 5,41); "¡Effatha!" (Mc 7,34); o también, antes de expirar en la cruz: "Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?" (Mc 15,34). ¿Por qué, en este crisol polifónico de culturas e influencias, se escribieron los Evangelios en griego?
Una lengua muy extendida en la cuenca mediterránea
Es probable que Felipe (de Φίλιππος philippos, que ama los caballos) y Andrés (de ἀνδρός andros, hombre), que llevaban nombres griegos, tuvieran que hablar la lengua para actuar como intermediarios con los griegos. Así lo describe san Juan en su Evangelio:
"Había algunos griegos entre los que habían subido a Jerusalén para adorar a Dios durante la fiesta de la Pascua. Se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le preguntaron: 'Queremos ver a Jesús'. Felipe se lo dijo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús".
Sin embargo, no hay nada en la Biblia que pruebe que Jesús hablara griego durante su tiempo entre los hombres.
Los Evangelios no se escribieron en Palestina ni en el lugar donde murió o vivió Jesús. Aunque se dice que el Evangelio de Mateo se escribió en Antioquía (Siria), el de Marcos se terminó en Roma, el de Lucas en Grecia y el de Juan en Éfeso, se escribieron y ordenaron según los testimonios que llegaban de Galilea y se comunicaban oralmente.
El arameo habría sido entonces un obstáculo para la proclamación de la Buena Nueva, ya que el griego era también la lengua más extendida en toda la cuenca mediterránea. "En Cristo Jesús, vosotros que antes estabais lejos, os habéis hecho cercanos por la sangre de Cristo", proclama san Pablo.
"Cristo es nuestra paz: ha hecho del judío y del gentil una sola realidad; por su carne crucificada ha derribado el muro divisorio del odio" (Ef 2,13-14).
La lengua griega tiende así un puente entre la herencia judía -la Antigua Alianza- y el anuncio universal de la Resurrección de Cristo, que sella la Nueva Alianza entre Dios y los hombres.
Un anuncio dirigido tanto a judíos como a gentiles
Según Papías, obispo de Hierápolis de Frigia (siglo II), fue escrito en arameo antes de ser traducido al griego. Aunque el texto original de Papías no ha llegado hasta nosotros, Eusebio de Cesarea (c. 265-339), obispo e historiador, lo cita en su Historia Eclesiástica: Papías "dice esto de Mateo: 'Mateo recogió los dichos (de Jesús) en hebreo y cada uno los tradujo como pudo'". (Hist. Ecc. III, 39, 15-16).
A falta de los originales de Papías, la propia fuente sigue siendo incierta. En la génesis misma de sus textos sagrados, por tanto, el cristianismo tiene la particularidad de ser descendiente de una lengua que no es la de Cristo. El uso del griego, preferido al arameo y al hebreo, revela también la proclamación de la Resurrección de este Dios que pagó con su vida la salvación del mundo entero.