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5 momentos en que Cristo destacó la caridad con el prójimo

Caridad con el prójimo
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Mónica Muñoz - publicado el 13/04/24
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Nuestro Señor Jesucristo enseñó con palabras y obras que el prójimo debe ser tratado con caridad, pues de ello depende nuestro último fin, luego de la muerte

«¿Y quién es mi prójimo?» (Lc 1, 29), le preguntó un doctor de la ley a Cristo cuando quiso ponerlo a prueba, queriendo saber qué debía hacer para heredar la vida eterna.

Jesús reviró con otra pregunta: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?» (Lc 10, 26).

Y la respuesta, que no dejaba dudas para nadie, fue:

«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10, 27).

En cuanto a quién es el prójimo y cómo hacerle la caridad, el Señor lo explica de muchas maneras en los Evangelios.

1El buen samaritano

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La parábola del buen samaritano narra que fue el único que auxilió a un hombre que había sido asaltado y dejado malherido, de tres que pasaron junto a él. Al final, Jesús pregunta:

«¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?». «El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. y Jesús le dijo: "Anda y haz tú lo mismo" (Lc 10, 30-37).

2La última cena

El pasaje del Evangelio de san Juan narra el momento en que Jesús lava los pies a los discípulos, como signo del servicio mutuo, que es una de las más sublimes formas de la caridad.

"Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes". (Jn 13, 14-15)

3Las obras de misericordia

Jesús presenta a los discípulos una dura realidad: quienes no hagan el bien a sus hermanos, no podrán entrar en el Reino de los cielos:

"Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron" (Mt 27, 41-43).

4La viuda de Naím

Perder a un hijo siempre es una tragedia, pero lo que ocurrió con la viuda de Naím era inconcebible en tiempos de Cristo, porque había perdido a su único hijo, quedando desprotegida del todo. Él sabía lo que eso significaba, seguramente, pensando en su propia Madre:

"Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: 'No llores'. Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se detuvieron y Jesús dijo: 'Joven, yo te lo ordeno, levántate'. El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre" (Lc 7, 13-15).

5La mujer adúltera

El Señor enseña a tener caridad con los pecadores, porque todos lo somos. El evangelio de Juan presenta a una mujer sorprendida en adulterio, a quien la ley ordenaba apedrear. Jesús enseña con claridad que nadie está exento de pecado:

"'El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra'. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: 'Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?'. Ella le respondió: 'Nadie, Señor'. 'Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante'" (Jn 8, 7-11).

Las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo no dejan nada a la suposición: hacer el bien, es decir, ejercer la caridad con todos, sean buenos o malos, es lo que nos llevará a gozar de la vida eterna junto a Él.

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