En el estado de Jalisco, México, existe un pueblo llamado Estipac en donde las familias que han migrado hacia Salt Lake City, Estados Unidos, siguen perteneciendo a su comunidad de Estipac; y por ende, a la parroquia de Cristo Rey.
Al llegar como párroco del pueblo, el padre Valentín Pérez Magallón comenzó una amistad con el padre Javier Virgen, originario de dicho pueblo e incardinado a la diócesis de Salt Lake City, Estados Unidos. Esto les permitió atender el llamado del Papa Francisco a salir a las periferias.
A inicios de junio, el padre Valentín visitó Salt Lake City, por invitación del padre Javier, para volverse un enlace entre su comunidad y los hijos ausentes (personas que emigraron), especialmente para aquellos que debido a su situación migratoria han pasado décadas sin regresar a su tierra.
Acompañar a los migrantes y hacerlos sentir tomados en cuenta
El padre Valentín llegó a encontrarse con los miembros de su comunidad parroquial que viven del otro lado de la frontera llevando los mensajes de sus familias, el saludo y oraciones de toda su comunidad y la bendición de su Patrono.
Las personas que han pasado 20 o 30 años sin poder regresar tuvieron la oportunidad de compartir con él su dolor y nostalgia por el tiempo que han pasado sin encontrarse con sus familias, e incluso, la pena de no poder estar presentes en momentos importantes, como el fallecimiento de sus padres.
«La visita sirvió precisamente para dar un motivo de gozo, de esperanza; de decirles que sus esfuerzos allá en Estados Unidos no han sido en vano, sino que se han aprovechado».
El padre ha identificado que la migración puede generar problemáticas de desintegración familiar, falta de cercanía con la figura paterna, desatención de los hijos hacia sus padres en la vejez, pérdida de las raíces y descuido de la fe católica. Por eso la urgencia de estos sacerdotes de mostrarse cercanos a ellos.
Cristo Rey peregrino
Su visita también fue el inicio de una nueva tradición que busca unir a las familias y mantener viva su esperanza.
El padre Valentín mandó fabricar una imagen peregrina de Cristo Rey para el padre Javier que, con esta visita, comenzó su peregrinar. Después de la misa de despedida surgió la idea de que esta imagen visitara las casas «para que ellos se unieran como familia, invitaran a más amistades a unirse a sus rezos y tuvieran un momento de oración y convivencia».
«La intención es que sientan que nuestro Señor está con ellos, que su Santo Patrono los acompaña y que no se sientan desamparados».
La imagen de Cristo Rey fue recibida con los mismos vivas, porras y aplausos con que se le recibe en su parroquia, en México, y la oración que elevaron todos juntos en torno a la imagen los llenó de gozo y fortaleza. «Las personas decían “tenemos problemas, tenemos dificultades, pero con Cristo Rey todo podemos y Él nos va a ayudar en todo”».
La sagrada familia: un modelo de familia migrante
El padre Valentín considera importante que sus fieles no olviden de dónde vienen, cuáles son sus raíces, costumbres y valores, ya que esto es de gran ayuda para su crecimiento como personas e hijos de Dios.
«Las devociones y tradiciones que vienen arraigadas a nuestro ser cristiano ayudan bastante; especialmente para la unidad entre nosotros. Sabiendo que todos somos hijos de Dios, y sintiéndonos como tales, tenemos la capacidad de ayudarnos, de servir con amor y de estar al pendiente del otro».
«Yo me ponía a pensar cómo hasta la familia de Nazaret fue migrante. Eran extranjeros en una tierra donde tenían que empezar de cero; de la nada. Ya me imagino a San José poniendo algún aviso de carpintería y ofreciendo su trabajo para buscar el medio para que la providencia se hiciera presente. Es curioso que José sea providente del que es toda Providencia, ¿verdad?», comenta con una sonrisa.
«Entonces, la familia de Nazaret nos enseña que no se tiene que perder la fe, las tradiciones, el arraigo a nuestro pueblo. Eso nos ayuda a estar orgullosos de lo que somos. Somos mexicanos, somos guadalupanos; y bueno, yo también soy muy devoto de San José».
La necesidad de una pastoral para latinos
Ir a misa, recibir los sacramentos o participar en cualquier actividad pastoral requiere del dominio de un mismo idioma entre el sacerdote y sus fieles. En el caso de los migrantes que llegan a un país cuyo idioma no conocen, el lenguaje significa una complicación para la vivencia de la fe.
En Salt Lake City —sede central de la iglesia mormona— cada vez existen más espacios para que los latinos reciban sus sacramentos y asistan a misas celebradas en español; sin embargo, los esfuerzos siguen siendo insuficientes para dar atención y acompañamiento a toda la población hispanohablante. Hace falta que las vocaciones sacerdotales «tengan la capacidad de hablar los dos idiomas, que conozcan la cultura y puedan donarse a esta pastoral», comentó el sacerdote.