Existe un impresionante acto desinteresado de caridad para ayudar a salvar a las almas en extrema necesidad.
El Acto Heroico de Caridad es una promesa que puede hacer un católico que ofrece todas las oraciones y buenas obras de su vida, así como los sufragios (oraciones, buenas obras, etc.) que puedan acumularse después de su muerte, en beneficio de quienes están en el purgatorio.
Es una práctica que se remonta a un decreto de la Sagrada Congregación de las Indulgencias, del 18 de diciembre de 1885, confirmado por el papa León XIII.
Purgatorio
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) enseña que, al morir, un alma que necesita purificación es enviada al purgatorio, donde se purifica con el tiempo.
Esta purificación es necesaria para que un alma vaya al cielo, ya que la Escritura enseña que nada impuro puede entrar al paraíso.
El tiempo de purificación de cada alma está relacionado con la cantidad y calidad de los propios pecados, y las almas en el purgatorio son en gran medida impotentes para cambiar su propio destino.
Es por esto que orar por los muertos es una de las obras espirituales de misericordia más importantes.
Los católicos están llamados a ayudar a los muertos a expiar sus pecados ofreciendo oraciones por los difuntos, recibiendo la comunión o adquiriendo indulgencias.
La caridad hacia las almas del purgatorio es un proceso misterioso que descansa en el ámbito de la Comunión de los Santos.
Los católicos pueden apoyar a los santos a través del Acto Heroico de Caridad.
Heroico Acto de Caridad
El acto heroico de caridad , un acto verdaderamente desinteresado, no es algo para tomar a la ligera.
De hecho, la Sagrada Congregación de las Indulgencias advirtió que un acto heroico de caridad solo debe hacerse después de una profunda reflexión.
Si un católico promete un acto heroico de caridad, se ofrece como voluntario incluso para pasar más tiempo en el purgatorio; con el fin de que otras almas en el purgatorio puedan purificarse más rápido.
Al hacer un acto heroico de caridad, uno entrega todo lo que ha hecho que sería aceptable a Dios como expiación por los propios pecados para que se use en beneficio de los demás.
Esto significa que las oraciones, las buenas obras, el testimonio fiel y las obras de caridad terrenales que realizó en vida ya no se le acreditarán; sino que se sacrificarán para expiar los pecados de los demás.
Estos sufragios se ponen en manos de la Madre de Dios, que los distribuye entre las almas del purgatorio con su misericordiosa discreción.
En cierto sentido, este es el último acto de caridad que un católico puede hacer para emular a Cristo.
Así como Jesús murió por los pecados de todos nosotros, aquí tenemos la oportunidad de sacrificar una parte de nosotros mismos por nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
Podríamos decir que es similar al último acto de san Maximiliano Kolbe, que se ofreció como voluntario para morir en lugar de un prisionero en el campo de concentración alemán de Auschwitz.
Puede ser una noción aterradora, morir con el entendimiento de que ninguno de los sufragios en el propio crédito se mantendrá como testimonio de las propias buenas obras; pero aquí es donde entra la fe.
Al emprender un acto heroico de caridad, uno se está abandonando a sí mismo a la infinita misericordia de Dios.
Esto significa que uno puede tener la razonable esperanza de que ese acto es en sí mismo un testimonio lo suficientemente fuerte de una vida fiel para que Dios no permita que los propios castigos se apliquen en su totalidad.
San Claudio de la Colombiere
Antes de hacer el Acto Heroico de Caridad es necesario hacer una pausa y contemplar.
San Claudio de la Colombiere se encuentra entre los que sellaron ese compromiso.
Cuando hizo su propio Acto Heroico de Caridad, Claudio explicó que un alma que ha hecho esta promesa desinteresada no debe temer los tormentos del purgatorio, porque soportar tales horrores por el bien de los demás honra a Dios.
San Claudio escribió: