Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Apenas este domingo, en el Ángelus, el papa Francisco daba la infausta noticia del asesinato de la hermana la hermana Luisa Dell'Orto, Hermanita del Evangelio de Carlos de Foucauld, ocurrido el sábado en Puerto Príncipe, capital de Haití.
De inmediato, los medios católicos tratamos de encontrar información detallada para darla a conocer a los lectores acerca de este nuevo acto de violencia que se inscribe en una situación de caos en la que está sumida la nación más pobre del hemisferio occidental.
La información era escasa. Las agencias solamente consignaban que sor Luisa Dell’Orto, de 64 años (cumpliría 65 hoy lunes 27), fue asesinada “durante una agresión armada, probablemente con intento de robo” en Puerto Príncipe; que había nacido en Lombardía y que tenía 64 años, habiendo dedicado 20 años sirviendo a los niños de la calle de Haití.
El itinerario de sor Luisa
El papa Francisco agregó en su mensaje de condolencia a la familia de sor Luisa y a sus hermanas de orden religiosa: “Encomiendo su alma a Dios y rezo por el pueblo haitiano, especialmente por los más pequeños, para que tengan un futuro más sereno, sin miseria ni violencia. Sor Luisa hizo de su vida un don para los demás, hasta el martirio”.
La búsqueda de información en Haití –un lugar que se ha vuelto una maraña de actos violentos, intentos de derrocamiento del actual presidente interino, bandas delictivas que secuestran y roban a quien pueden—ha sido infructuosa. La información se ha podido obtener por la agencia Fides y por la arquidiócesis de Milán, de donde era originaria la hermana Luisa.
Ahora sabemos que era el pilar de Kay Chal, 'Casa Carlo’, situada en un suburbio muy pobre de Puerto Príncipe. Que, como confirmó el Papa Francisco, dedicó 20 años de su vida y su misión a proporcionar un lugar seguro y acogedor a cientos de niños de la calle en Haití, niños que hubieran sido pastos de las bandas delictivas si el albergue y sor Luis no hubiesen estado ahí por dos décadas.
Un martirio compartido
Cada día la cifra de asesinatos, desaparecidos, secuestrados y extorsionados en Haití se vuelve un rosario interminable. El sábado 25 de junio “seur Luisa”, como era conocida entre los niños haitianos, fue víctima de un intento de robo. Seguramente al comprobar que no llevaba nada, los malhechores le dispararon y huyeron dejándola herida de gravedad. Fue trasladada a un precario hospital, donde entregó su alma al Creador.
La noticia del asesinato ha impactado a la comunidad haitiana, hoy mucha de ella en el exilio por las condiciones de pobreza y violencia extremas que se viven en la isla antillana. Para muchos niños huérfanos o desamparados fue la única luz en su camino. Y gran parte salió adelante por haber sido recogidos por esta monja que era “una institución” en Puerto Príncipe.
Desde hace tiempo, los obispos de Haití han advertido de que la nación que primero obtuvo su independencia en la región de América Latina y el Caribe se encuentra en un abismo en el que nadie –ni siquiera aquellos que se dedican a salvar a sus más pobres, como sor Luisa—está a salvo de la delincuencia. Sin embargo, lejos de mejorar, la situación empeora día con día.
Algunos rasgos de su vida
Sor Luisa nació en Lomagna (Lecco) el 27 de junio de 1957. Tras asistir al Liceo Científico de Lecco, se licenció en Historia y Filosofía en 1984. Ese mismo año ingresó en la Congregación de las Hermanitas del Evangelio de Lyon. En 1987 se fue a Camerún: vivió en Salapombe, en un bosque, entre los pigmeos baka, hasta 1990.
En 1994 se licenció en Teología en Suiza. De 1997 a 2001 fue misionera en Madagascar, donde se dedicó a diversas actividades pastorales, enseñando Ética General y Especial. Desde 2002 era misionera en Haití. También enseñaba Historia de la Filosofía y Doctrina Social de la Iglesia y formaba parte del Consejo de Redacción de una revista local.
En su mensaje de pésame, el arzobispo de Milán, Mario Delpini, escribió: "La muerte de Sor Luisa Dell' Orto nos deja el corazón roto y desconcertado, se convierte en una revelación del bien que hizo y de la vida santa que vivió, se convierte en dolor y oración”.
Y agregó un dato fundamental para su posible causa: “Su muerte, tan parecida a la de Charles de Foucauld, unida a la muerte de Jesús, sea una semilla de vida nueva para la tierra de Haití y para su entrada en la gloria”.