Que el sentido religioso en América Latina sigue siendo parte de la esencia de los pueblos que la componen, se refleja en el reciente reconocimiento por parte de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) a cinco países por tradiciones que han sido declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Más que de un reconocimiento que lleve en sí algún premio, el nombramiento sirve para recordar a la humanidad que existen tradiciones inmateriales que han forjado la identidad de los pueblos y que merecen, en un mundo globalizado financieramente, ser conocidas, ganar visibilidad y, por tanto obligar a los gobiernos a respetarlas, apoyarlas y cuidarlas.
Las festividades de San Juan Bautista originarias de las comunidades afrovenezolanas esclavizadas en los dominios coloniales españoles del siglo XVIII; la Fiesta Grande de Tarija, en Bolivia con sus procesiones religiosas, festivales de música, bailes, competiciones y fuegos artificiales en honor de San Roque, y las fiestas de Corpus Christi en Panamá, son las tres tradiciones de raíz religiosa reconocidas como Patrimonio Inmaterial por la UNESCO.
Las otras dos tradiciones son los "valores, conocimientos, saberes y prácticas" ancestrales asociados a la alfarería de los indígenas Awajún de la Amazonía peruana, y “El Pasillo”, un género musical y bailable que hizo su aparición en Ecuador en el siglo XIX, una fusión entre diversas músicas indígenas –por ejemplo, el yaraví– y europeas, en particular el vals, el minué y el bolero español.
Evangelización inculturada
La celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo crucificado, la Fiesta del “Corpus Christi” en Panamá fusiona las celebraciones religiosas de la Iglesia Católica con una serie de festejos y prácticas culturales populares, como representaciones teatrales, músicas, danzas populares y comparsas de gentes disfrazadas con máscaras y vestidos de colores abigarrados.
Según se lee en la declaración como Patrimonio, los conocimientos y prácticas culturales asociadas a este elemento del patrimonio cultural inmaterial se transmiten mediante la participación directa en la fiesta, y también con la integración de los jóvenes en grupos de danzarines y equipos dedicados a confeccionar máscaras, o a ejecutar tapices coloridos con serrín en el suelo de las calles donde tienen lugar la procesión y las celebraciones.
La fiesta del Corpus Christi "tiene un origen común en Latinoamérica cuando lo introdujeron en la época colonial como un método de evangelización", y "su ejecución varía en cada región, influidos por factores étnicos y culturales", señaló el comunicado difundido por el Ministerio de Cultura panameño.
Cabe señalar que la candidatura de Panamá se postuló el 31 de marzo de 2019 e incluyó la representación de las siete provincias donde se ha celebrado la manifestación católica "por generaciones".
La inscripción de la Fiesta del Corpus Christi fue anunciada durante la decimosexta sesión del Comité Intergubernamental del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO en la sede del organismo en París.
La lucha entre el bien y el mal
La festividad de Corpus Christi se desarrolla en Panamá 62 días después del Jueves Santo, en más de una docena de localidades, principalmente en La Villa de Los Santos y Parita, a 270 kilómetros y 240 kilómetros, respectivamente, al suroeste de Ciudad de Panamá. Como sucede en muchos otros países de la región, en las danzas hay un enfrentamiento entre el bien y el mal.
Como se han venido dando a lo largo de cinco siglos, en cada lugar las danzas son diferentes, pero en la representación principal los diablos se reparten el mundo y las almas, pero cuando van a contar se dan cuenta que de cien almas les falta una, por lo que corren a buscarla por el pueblo.
Al final, los diablos buscan esa alma perdida en la iglesia, pero terminan rindiéndose y sucumbiendo ante el bien, representado por el cuerpo de Cristo en la Eucaristía, y terminan quitándose las máscaras.
En otra de las danzas, el arcángel Gabriel lucha contra el demonio. Además, hay danzas festivas y burlescas, con pequeños diálogos e improvisaciones con mensajes picarescos o de crítica. Los danzantes utilizan prendas de colores vistosos, cintas, cascabeles y llamativas máscaras, hechas unas de barro y otras de cartón y papel de aluminio, yuca y harina, en representación del diablo o de distintos animales y personajes.
Si bien se trata de una mezcla de elementos sacros y profanos, la esencia es recordar que Cristo derramó su sangre por nuestra salvación y el diablo se esfuerza, cada día, por ganar almas para el mundo. Y que al final de la historia, las fuerzas del mal "no prevalecerán" sobre su Iglesia.