La Virgen de Guadalupe y san Juan Diego originan el movimiento afectivo y de fe que integra la cultura, las personas y los pueblosQuizá una de las peores pruebas que ha tenido, más bien, que tendrá que enfrentar que enfrentar el pueblo fiel de México es el no poder ir a dar gracias a la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre, ni poder vestir el 9 de diciembre a sus pequeños de “Juan Diego” y llevarlos a la Iglesia.
Sin embargo, el acontecimiento de Guadalupe en tiempos de pandemia puede ser profundizado desde sus fundamentos. Hablamos de ello con el padre Prisciliano Hernández Chávez de la Confraternidad de Operarios del Reino de Cristo y uno de los más acuciosos investigadores de la Virgen de Guadalupe y su encuentro con Juan Diego en la actualidad.
El beso y el abrazo de la Madre
– ¿El encuentro de la Virgen de Guadalupe y san Juan Diego Cuauhtlatoatzin es, también, un encuentro con Jesucristo y con nosotros hoy, a 489 años de las apariciones?
Millones de personas, anualmente, peregrinan a este Santuario de Guadalupe, la Casita de la Madre y la Casita de los hijos. Van para tener un encuentro entrañable con Ella, quien es Casa de Dios y nuestro Hogar, como lo experimentó san Juan Diego Cuauhtlatoatzin.
Ahí se experimenta el beso y el abrazo de la Madre. Nos ofrece su ternura y está pronta a nuestro auxilio y socorro. Ese anhelo que existe en nuestro corazón se ve colmado en el encuentro de corazón a corazón, encuentro indescriptible. No se describe. Se siente.
– Pero la Virgen, no está sola…
No, a través de Ella, se propicia el encuentro con el Dios Dador de la Vida. Ella es su Madre y continuamente lo ofrece en este encuentro. Ella en su ternura de Madre, en su mirada compasiva y respetuosa, quien nos toma amorosamente en serio como a sus hijos pequeños – no importa nuestra edad –, nos revela a Dios Amor, su Hijo Amado, Jesucristo. Por eso el encuentro con Ella y san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, es también encuentro con Él.
El corazón de pobre
– ¿Así lo descubre el relato original del encuentro entre la Virgen y Juan Diego, el Nican Mopohua?
En los número 26 al 28 de la traducción del náhuatl hecha por el padre Mario Rojas, lo dice hermosamente.
“Sábelo, ten por cierto hijo mío el más pequeño, que yo soy la Perfecta Siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive, el Creador de las personas, el Dueño de la cercanía y de la inmediación, el Dueño del Cielo, el Dueño de la Tierra. Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi Casita Sagrada en donde lo mostraré, lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto: lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación…”.
– Para muchos mexicanos el acontecimiento guadalupano es algo meramente conceptual, ¿no es así?
Se tiene que ir más allá de lo conceptual, a la vivencia y contemplación del misterio. Un sumergirse en Ella con san Juan Diego y en el misterio del Amor que implica, para encontrarnos con Él, con este Dios Dador de la Vida y del Amor. Quizá muchos de nuestros hermanos tienen corazón de pobre – esa es la condición necesaria –. lo experimentan, diría, en un éxtasis de gozo íntimo y profundo.
Así sabemos que la religiosidad de nuestro pueblo en la Virgen Santísima de Guadalupe se centra en su mensaje sensible y eterno. Incluso es para todas las culturas y naciones por su carácter de encuentro de personas: Dios quien se revela en Santa María de Guadalupe, la Virgen misma y san Juan Diego y de sus hijos pequeños.
La actualidad del mensaje
– ¿Cómo se puede expresar que el mensaje de Guadalupe –que el Papa Francisco ha dicho que es el mensaje de la Iglesia y de su pontificado—sigue siendo vigente?
Ciertamente, pervive el mandato de la Virgen a san Juan Diego. Y en cada uno de nosotros, porque todavía no se termina de edificar la Casa-Comunión-Iglesia-Nación.
“Y para realizar lo que pretende mi compasiva mirada misericordiosa, anda al palacio del Obispo de México, y le dirás cómo yo te envío, para que le descubras cómo mucho deseo que aquí me provea de una Casa, me erija en el llano mi Templo; todo le contarás, cuanto has visto y admirado, y lo que has oído”, dice el Nican Mopohua en el número 33.
Tomando el trasfondo simbólico implicado en esta petición, no sólo es de ayer. Sino permanentemente edificar la Comunión-Familia con Ella, con la jerarquía con el pueblo creyente, en la interpretación vital de las Escrituras y desde la tradición viva.
– ¿Qué lección podemos aprender sus hijos?
Ella forma a sus hijos, – como lo hizo con san Juan Diego Cuauhtlatoatzin – en Comunidad-Iglesia, con la Santa Escritura y los Sucesores de los Apóstoles – el Papa, los obispos – para acoger constantemente su mensaje. Mensaje de Comunión, de Vida y de Amor, con ese toque y cercanía a la persona. Nuestra apertura a la Virgen y a san Juan Diego es apertura a su Hijo, a la Iglesia y a las personas.
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– ¿Qué significa vivir hoy según el acontecimiento narrado en el Nican Mopohua?
Con Ella y san Juan Diego se puede vivir la Palabra en plenitud; con Ella, podemos tener ese encuentro continuo con Dios y con los hermanos. Ahí está el secreto de la Nueva Humanidad, el secreto de la cultura del amor, para construir la Civilización del Amor, que abarca a todas las naciones y alcanza el Cielo. La Santísima Virgen y san Juan Diego Cuauhtlatoatzin originan ese movimiento afectivo y de fe que integra la cultura, las personas y los pueblos.
He ahí la trascendencia, la centralidad y lo impostergable de identificarnos con san Juan Diego, para vivir, celebrar y gozar el ser engendrados permanente por la Santísima Virgen María de Guadalupe en este nuestro tiempo que ha perdido el sentido de la vida y de la Historia de la Salvación. Nuestro reto hoy es decir y anhelar ser Juan Diego Cuauhtlatoatzin: “soy Juan Diego”.