En este artículo, detallaremos cómo podemos ayudarles a desarrollar esta capacidad para conseguir una vida ordenada, prudente y templada.
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En el artículo anterior veíamos cómo los niños y adolescentes eran disciplinados y serenos gracias a su capacidad de autocontrol a la hora de trabajar, de reflexionar y de controlar su comportamiento.
En este artículo, detallaremos cómo podemos ayudarles a desarrollar esta capacidad para conseguir una vida ordenada, prudente y templada.
1. El papel de los adultos: familia y escuela
Una de las claves en la educación es el ejemplo de los adultos que rodean al niño, que atienden al niño o adolescente. Son los padres, cuando son modelo; son los profesores ejemplares; son los monitores o entrenadores de tiempo libre (a menudo deportivo) con liderazgo; etc. Y también los tíos, los abuelos y los hermanos mayores.
La clave está en que estos niños vivan atentos a las pautas que ofrecen sus mayores para conducirse en los retos que plantea la vida.
Y el primer reto es que la casa avance, que en el hogar se desempeñen las tareas, que la familia cumpla las funciones que favorecen la felicidad y la paz para cada miembro.
Y el segundo reto es la escuela: seguir las pautas del centro escolar y prosperar en el aprendizaje que es casi lo mismo que obedecer a los maestros.
En estos dos retos está claro que obedecer es fundamental para:
- para autogobernarse,
- para autorregularse,
- para inhibir el impulso,
- para estar atento y
- para recordar las normas.
El niño obediente va a crear el mejor clima en el hogar y va sacar más partido de la escuela.
El liderazgo, la batuta, el criterio lo tienen los mayores que deben estar atentos en apoyar y modelar al menor: el niño no aprende solo. El niño debe ser atenta y cuidadosamente dirigido, andamiado diría el gran psicólogo ruso Vygotsky.
La tendencia del niño, del adolescente, desde bien pequeño es el capricho y satisfacer sus deseos en la medida que los mayores no plantean pautas. Tan atento debe estar el mayor como el pequeño.
Más aún, el niño, en los primeros años, no lleva el ritmo, sigue a los mayores en función de la calidad de las actividades que estos mayores planteen, propongan y organicen. Se ve muy claro en la escuela, y no tanto en casa.
En casa hay muchas tareas, encargos, orden, higiene, horario del sueño, reglas del tiempo libre que el niño debe desarrollar para seguir a sus padres y cuidadores.
En la escuela estarán las lecciones, los ejercicios, los dictados, los juegos en la clase de educación física. Y los deberes en casa. Y ahí los padres y los maestros se han de hacer entender. Han de explicarse bien: lenta y clara y positivamente.
Han de invitar serenamente a la obediencia y no pueden ser tutores crispados y gritones, ni funcionar a base de amenazas.
El padre y la madre o el maestro han de ser líderes para el niño de tal forma que seguirlos sea comprensible, agradable, satisfactorio. Sin olvidar que es agradable seguir a quien nos manda bien –cuando somos niños- aunque esta tarea agradable esté basada en la exigencia.
2. Obedecer para llegar a auto-obedecerse
Y si es así como el niño, progresivamente, irá de la dependencia a la autonomía. De las normas exteriores obedecidas porque sí, a las reglas que ha hecho propias y las sigue porque las acepta y las considera razonables tal como demostró Kohlberg el psicólogo del desarrollo moral.
Si un niño de tres años obedece porque su papá lo dice un chico de trece lo hará porque su padre le ha convencido. Y entonces sucederá que esta convicción, el adolescente, la hará propia y la llevará en su corazón y en su cabeza.
Consecuentemente, si las dinámicas han sido de confianza y el trato ha sido afable, amable y exigente el niño, el adolescente más aún, se sentirá seguro, realizado, capaz y resuelto para resolver los retos (también los morales) que se le pongan por delante.
Las actividades, en casa y en la escuela, han de ser claras, atractivas, bien estructuradas. Un par de ejemplos: en casa es el orden de la habitación y en la escuela es el de la libreta bien ordenada, con buena presentación. Otro ejemplo que hoy es vital: un cabal uso de las nuevas tecnologías (TICs). Tanto en casa como en la escuela.
3. El papel de las virtudes humanas
Es crucial vivir siempre lejos de un clima de malas caras, estrés, desorden y caos. Al contrario, conviene siempre apostar por un clima de relaciones humanas satisfactorias, llenas de energía y de retos porque son muchos los premios que todo ello comporta: paz, satisfacción, reconocimiento, afecto, alegría.
Se logra autocontrol al desarrollar los hábitos acertados y al llenar el corazón de deseos de realizar acciones buenas que hacen a todos la vida más agradable. Y estos hábitos buenos hechos propios tras la práctica continuada son las virtudes.
El conjunto bien tramado de virtudes constituye un buen carácter. Es decir la práctica de las virtudes cardinales tan clásicas y tan actuales como necesarias:
- la fortaleza,
- la justicia,
- la prudencia
- y la templanza
Unas virtudes cardinales que cuentan con muchas otras virtudes emparentadas como:
- la humildad,
- la gratitud
- y el perdón, etc.
4. Deporte, dieta y sueño
El ejercicio físico intenso, proporcionado a la edad, es un asunto importante. Los niños, con la familia y la escuela, no solo deben ir al monte y alcanzar pequeñas cimas. Progresivamente los niños y los adolescentes deben desplegar un deporte, una actividad física saludable.
Lo mismo se puede decir de una disciplina alimentaria sana: en lo que se come, cuándo se come y en qué cantidad.
Y lo mismo debe decirse de la higiene y las horas de sueño para lograr que este sea de calidad. Hay que obedecer a las normas familiares y escolares.
Con los años los niños, en su camino hacia la adolescencia, irán viendo la conveniencia de estas normas e, insistimos, la convicción interior de que son buenas reglas hará que la auto-obediencia infantil y adolescente sea cada vez más libre e inteligente.
5. Responder a los retos progresivamente más exigentes
A los niños, a los adolescentes sobretodo, se les demandará tareas, retos, iniciativas cada vez más creativas, más exigentes y que precisan de mayor responsabilidad y autonomía. Esa debe ser la dinámica.
Aminorar el estrés y la tensión y acentuar las zonas de desafío para salir paulatinamente de las sucesivas zonas de confort.
La cabeza del padre y del maestro irán siendo sustituidas por la propia cabeza del niño, y sobretodo del adolescente, que cada vez se siente más seguro y emprendedor.
Y no lo olvidemos: este proceso no llega a buen puerto si los padres y los maestros no gozan de un autorizado liderazgo, de una autoridad de prestigio que invita, en su coherencia y calidad, a ser seguida.