Es la hipótesis de un pediatra en Estados Unidos, que lleva 15 años estudiando las consecuencias del consumo de TV en los niños
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Los niños en los países desarrollados ven un promedio de 4 horas de pantallas al día. Si tienen menos de 5 años ven más televisión y manejan menos dispositivos móviles (smartphones o tabletas). Aunque ya están empezando a manejar estos artilugios tan ubicuos. Pasan el 30% de las horas en que están despiertos ante los media.
Y los contenidos que consumen son muy brillantes, fantasiosos, exóticos. Ven por ejemplo dibujos muy acelerados, con ritmos trepidantes, muy atractivos (animación por ordenador también). Unos dibujos, dicho en una palabra, que verdaderamente enganchan, atrapan y el niño queda paralizado ante ellos: embobado.
En los Estados Unidos investiga estos temas un pediatra llamado Dimitri Christakis. Lleva unos 15 años estudiando lo que les sucede a estos niños como consecuencia de ver tanta televisión acelerada. Y ha acuñado un concepto que es a la vez una hipótesis. Una hipótesis que habría que llevar hasta sus últimas consecuencias y comprobar con mucha investigación si se cumple siempre.
Se denomina overstimulation hypothesis. Y esta hipótesis sobre la sobre-estimulación de las pantallas a que están expuestos muchos niños en la primera infancia postula lo siguiente: cuando un niño es sobre-estimulado por un exceso de horas de pantallas el mundo luego se hace menos soportable y más aburrido. La atención se acorta. La capacidad de concentrarse en las tareas diarias se hace más costosa. La autorregulación decrece. Focalizar la atención en el juego lento y sosegado se hace más difícil. El niño espera que el ritmo del mundo sea muy acelerado pero la vida diaria, las comidas, el juego, el tiempo de irse a dormir avanza a un ritmo tranquilo y cadencioso.
Christakis destaca que en su laboratorio han descubierto que la exposición a este tipo frenético de contenidos en los primeros tres años de vida incrementa el riesgo de sufrir problemas de atención en la edad escolar: es decir a partir de los 6 años. Y además señala que si estos niños en vez de consumir un exceso de pantallas leyeran (con un libro en procesos de lectura o prelectura); cantaran y bailaran, jugaran en un montón de opciones posibles, entonces este riesgo atencional decrecería.
Pero, como cualquier observador puede comprobar, no se está haciendo así por desidia de los padres y además porque en alguna escuela infantil les están dispensando dibujos para entretenerlos cuando su papel, el de la escuela infantil, es el mundo de las palabras, de las manos hábiles, del desarrollo motor y perceptivo.
Y Christakis acaba con una propuesta, que ahora mismo hay que decir que sólo es una opinión, y que se formula de la siguiente manera: alguna convergente con-causa del crecimiento constante del TDAH estaría en la sobre-estimulación de las pantallas. Vayamos a la raíz del problema: se afirma que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad tiene raíces genéticas pero al mismo tiempo se confirma que en los últimos 20 años estos trastornos han aumentado en un 30%. La genética, base endógena, está en los fundamentos del TDAH pero no sólo la genética puede explicar este cambio tan concentrado en las últimas dos décadas.
La pediatría en los Estados Unidos señala que puede haber otras causas exógenas. Es decir, que este TDAH tiene también causas no genéticas. ¿Podría ser que estas causas no genéticas estuvieran relacionadas con el exceso de pantallas de ritmo acelerado? ¿Podría ser que el exceso de pantallas, junto a otras con-causas (el ritmo de vida, el estrés, padres muy ocupados, cierto abandono afectivo de los niños más pequeños, etc.,) estuviera detrás del TDAH?
No se puede demostrar, no se puede afirmar esta idea, ahora mismo, por ello hablamos sencillamente de una hipótesis. Pero esta hipótesis de la sobre-estimulación es cuando menos una sugerencia. Una intuición que nos debe hacer pensar y actuar.
Un asunto está claro y es fácil de comprobar: un niño después de tres horas de dibujos histéricos (ruego que se me admita este adjetivo tan crudo) no está para ponerse a dibujar, o a construir un castillo con las piezas más grandes de LEGO o estar atento a recoger los juguetes en su caja ante un requerimiento de su madre. Lo hemos visto todos: está un poco nervioso y poco dispuesto a desplegar actividades calmadas, concentradas, focalizadas.
Pues bien; enseñémosle a jugar y a ver qué pasa. A ver si gana la suficiente autonomía lúdica como para no necesitar tantas horas de televisión. Quizá no desentrañaremos las diferentes causas, las claves, los enigmas del TDAH sencillamente porque nuestro niño o niña no presenta los síntomas, pero haremos mucho por su preparación para la escuela.