Llevan 51 años en Venezuela y 33 en Los Andes asistiendo a los más vulnerables
Se instituyen en Venezuela, el día 13 de mayo de 1968, día en que la Iglesia católica conmemora la festividad de la Virgen de Fátima. El Padre Miguel González (sdb) vio más allá de la Venezuela petrolera y próspera que florecía antes sus ojos por aquellos tiempos. Español de nacimiento, venía de servir en la sufrida isla de Cuba que, por aquella década, comenzaba un largo calvario comunista con el triunfo de la revolución castrista y la expulsión de los sacerdotes y religiosas de la Iglesia católica.
El P. González – fallecido en Caracas hace pocos años- vio más allá, decimos, porque se remontó sobre aquella bonanza petrolera y tomó del momento lo que podía ofrecerle: recursos para fundar una organización cristiana de servicio público –con énfasis en salud- y almas dispuestas a colaborar como voluntarias. Hasta el día de hoy, cuando hacen más falta que nunca, las Damas Salesianas continúan una labor emnomiable que ha visto extender sus capítulos, no solo por el territorio venezolano, sino por el mundo entero.
Esta iniciativa benéfica salió de Venezuela para el mundo. Hoy, la ciudad de Mérida en los Andes venezolanos, celebra 33 años de labor solidaria ininterrumpida de estas valiosas mujeres, cuyas batas amarillas comienzan a aliviar, a sanar y a animar desde que, cada mañana, muy temprano, aparecen a las puertas de sus centros sociales “Don Bosco” para recibir a los cientos de pacientes que aguardan en fila. A las 6 de la mañana, luego de la misa tempranera, ellas se colocan sus batas, señal de que comienza una jornada de labores por la comunidad, que sólo terminará después de la media tarde.
Son diligentes y eficientes. Han conseguido sinergias importantes con clínicas y hospitales; han reclutado médicos católicos –y no creyentes también- que prestan parte de su tiempo a sus centros para atender a los más necesitados; y han logrado donaciones que los colocan entre los organismos que mejor realizan exámenes de diagnóstico por la calidad de sus equipos. Si hay alguna atención que no puedan prestar, se las arreglan para enviar al paciente a donde lo atiendan a un costo moderado. Las “batas amarillas” trabajan como hormiguitas día a día, infunden esperanza en quienes sufren y reparten alegría atendiendo a todos con amor a lo largo de sus agotadoras jornadas. Eso sí: siempre con la característica sonrisa salesiana en sus labios.
El 13 de julio de 1986 llegó a Mérida un grupo de Damas Salesianas de Caracas a proponer el carisma, espíritu y misión de la ADS –Asciación de Damas Salesianas- y a convencer a las mujeres convocadas para ese momento de que los fieles laicos podían fundar, organizar, dirigir y administrar obras propias. En Julio de 1.993 se inauguró la actual Sede que ha ido evolucionando, atendiendo en Medicina General, Ginecología y Odontología, entre otras especialidades que han ido sumándose y la obra creciendo.
En el 2001 inician el Preescolar con el nombre de “María Auxiliadora” conformado por 1 Directora, 1 Secretaria, 6 Docentes y 6 Auxiliares con atención a 180 niños aproximadamente.
No falta el Oratorio, centro neurálgico de la formación salesiana, donde un grupo de Damas, realizan actividades culturales y recreativas especiales a un grupo de 40 niños y niñas habitantes de la comunidad.
Los venezolanos respetan mucho a las Damas Salesianas. Y no es para menos. Llevan medio siglo atendiendo a todo el que les pide ayuda y consuelo. Si alguien pudiente acude a sus centros de servicio, paga por ello, pero ese dinero va directo a financiar a quienes no tienen para costear su emergencia de salud. En plena crisis se las arreglan para disponer de lo necesario y administrarlo eficientemente.
Es un modelo de apostolado seglar inspirado en la espiritualidad de Don Bosco, donde la alegría tal vez provenga de esa convicción de tener siempre a María Auxiliadora del brazo, pendiente y atenta a cualquier necesidad para interceder por su satisfacción. Don Bosco repetía siempre: “María Auxiliadora se pasea por nuestras casas enderezando de noche los entuertos que hacemos de día”. Y no cabe duda: La Virgen cubre con su manto azul las batas amarillas de estas admirables mujeres luchadoras.
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