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Para momentos de inseguridad absoluta: el caminito de la confianza

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Luisa Restrepo - publicado el 01/10/18
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La sorprendente respuesta de Teresita del Niño Jesús para encontrar la seguridad a partir de los momentos de vacío A pocos días de celebrarse la fiesta de santa Teresita del Niño Jesús, quise volver a leer a Jacques Philippe en su libro La confianza en Dios, donde expone el caminito de Teresita como un camino que toda persona en este mundo puede y está llamada a vivir.

Y es que todos queremos seguridad. En el trabajo, en el amor, en la vida familiar. Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos experimentado ese vacío profundo que nos deja el experimentar que todo se ha ido, que las cosas han cambiado, que las expectativas que nos habíamos hecho de las personas o de la realidad se han quebrado en mil pedazos y no queda nada.

Es en ese momento donde tenemos que buscar cuáles son las anclas de nuestra vida. Es el momento, donde en vez de desanimarnos, como Teresita, tenemos que permitirle a nuestro corazón que nos vaya mostrando el camino.

Y esto puede darse (te lo aseguro por experiencia propia) a través de acontecimientos totalmente insignificantes. Es en ellos y por ellos donde Dios nos sana profundamente.

Es en esos momentos de inseguridad absoluta donde podemos sentir, como lo menciona Jacques Philippe en su libro, una llamada del Señor a salir de nosotros mismos, a dar un paso adelante para hacernos más adultos y más libres.

Pero eso sí, no es cosa de un día o de una sola llamada. Es la suma de pequeñas elecciones diarias. Es una a la vez.

Todos los días hay una nueva elección que hacer, una curación, una conversión… y en éstas nos es concedida una libertad que no conocíamos.

Se trata de hacerle con frecuencia esta pregunta a Dios: ¿cuál es el sí que me pides hoy?, ¿cuál es el pequeño acto de valentía y confianza que me pides que haga hoy?

De este modo, y con su gracia, la confianza irá transformando nuestro interior.

Esta transformación, este camino para encontrar seguridad, necesita de mucho realismo. Teresita es también una gran maestra de lo real.

Todos los días cuando aspiramos a ser mejores, a cambiar esas cosas de nuestra personalidad que no nos gustan, más pronto que tarde, nos chocamos contra la pared y comenzamos a creer que es imposible. Esa era la experiencia de nuestra santa.

Ella sentía que entre ese ideal y lo que ella podía hacer por sí misma había la misma distancia que entre la cumbre de una gran montaña y un grano de arena del suelo.

Teresita sentía una distancia insalvable entre este modelo y lo que ella era en su vida diaria. Por eso decía:

“Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo”.

Y es que de una cosa debemos estar seguros en este camino por encontrar la seguridad: no podemos cambiar. Podemos hacer pequeños esfuerzos, pero solo Dios puede cambiarnos realmente.

Y como ella era pequeña y no podía “agrandarse” ni cambiar tanto como para ser una gran santa, decidió subirse al “ascensor” que mejor tenía a la mano y que no podía fallar: la misericordia de Dios.

Teresita descubrió que el secreto último de su búsqueda es que ella no necesitaba crecer, sino todo lo contrario, seguir siendo pequeña, y serlo cada vez más.

Pero, ¿cómo la pequeñez puede ser un camino de seguridad?

Si nos ponemos a pensar, la pequeñez es todo lo contrario a la seguridad. Un niño es totalmente dependiente e inseguro. Un adulto es independiente y totalmente capaz de valerse por sí mismo. Eso es seguridad.

Pero Teresa nos enseña que no. Ella nos hace caer en la cuenta de que el camino de la seguridad consiste en liberarse de las expectativas hacia uno mismo y hacia los demás: no esperar ser admirados ni querer que los otros nos den lo que nosotros queremos recibir; no atribuirnos las virtudes que practicamos o las buenas obras que hacemos, y por último, no desanimarnos por las faltas propias ni de los demás, ni permitir que ellas nos hagan mucho daño “pues los niños caen a menudo, pero son demasiado pequeños para hacerse mucho daño”.

Entonces, ¿en la medida en que confíe más soy una persona más segura?

Pues sí. Como nos dice Jacques Philippe: “Un aspecto esencial de la vida espiritual es este trabajo de renovación de la confianza en nuestro corazón. Herido por el pecado original. En él habitan los miedos, las dudas, y su curación requiere mucho tiempo. Quizás nunca lleguemos a curarlo totalmente a lo largo de nuestra vida, pero al menos podremos llevar a cabo grandes progresos por esta confianza”.

Acá es donde funcionan los actos cotidianos de fe. Le digo al Señor: “confío en ti, te traslado esta situación, sé que tú te encargarás”.

Son pequeñas rendiciones que tarde o temprano tienen efecto (créanme que sí) y que convertirán nuestra vida en un gran momento único de fidelidad.

Teresita nos propone un camino exigente, un camino de responsabilidad, un camino que nos exige ser adultos en lo espiritual.

Un camino de vida, de gratitud, de confianza y de alegría, que está lleno de seguridad, en la certeza de un amor permanente.

 

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