Enfermedades, divorcios, sufrimientos y desempleo pueden ser algunas de las tentaciones que el enemigo utiliza para hacer que las personas duden de la acción amorosa de Dios La fe del cristiano es la gasolina que hace trascender los obstáculos y permanecer firme en Dios. Cada ser humano enfrenta luchas y sufrimientos, pero existe una diferencia entre el creyente y el no creyente: el sentido de la existencia humana.
El cristiano cree que, tras vivir las pruebas terrenales, en Dios él será recompensado con la salvación eterna. La vida sin fe conduce a la persona a la pérdida del sentido de su existencia.
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En la Palabra de Dios, se encuentra la siguiente definición: “La fe es aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver” (Hb 11,1). Es decir, la persona espera, con una certeza que no tiene explicación humana, algo que no es palpable.
El Catecismo de la Iglesia católica, en su párrafo 153, afirma: “La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él”. Por lo tanto, es un regalo del Señor a sus hijos, es el camino que conduce al hombre a Dios.
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Si la fe es esencial para alcanzar el cielo, entonces, el enemigo hará lo que sea para arrancarla de las personas.
“La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación“ (CIC 164).
Enfermedades, divorcios, sufrimientos y desempleo pueden ser algunas de las tentaciones que el enemigo utiliza para hacer que las personas duden de la acción amorosa de Dios.
Al ser así, se inicia un proceso de alejamiento del Señor, experimentándose una crisis de fe en la que la existencia de Dios es cuestionada.
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Pasos para superar la crisis
Primero: Pide ayuda a personas que estén maduras en la fe, como un sacerdote, un director espiritual o alguien que sea un referente para ti. Sé muy transparente y libre en tus cuestionamientos, ábrete a escuchar sus consejos.
Segundo: Sal de la escena para vivir, tras bastidores, el combate espiritual. Para quien es líder en la Iglesia, puede ser un tiempo de ceder el “cargo” para que otra persona ejerza su “función”, mientras tú pasas por la crisis. No es dejar de vivir las prácticas religiosas ni las actividades misioneras, sino cuidarse, para que la lucha contra el enemigo no sea desleal.
Tercero: Cuenta con el apoyo de las personas que, realmente, te aman y no te juzgan. Es una crisis que pasará, y si fuera bienvenida, producirá buenos frutos de salvación. Deja que las personas hablen lo que quieran, no te dejes llevar por los comentarios y juicios, sino comprende que, al final, tu juicio será entre Dios y tú.
Cuarto: Es importante comprender que Dios jamás violará las leyes humanas y la libertad que Él mismo les ha dado a sus hijos.
Por ejemplo: para que la enfermedad sea curada, es necesario que el tratamiento pedido por los médicos se haga. Si Dios quisiera curar instantáneamente, es misterio de fe. Es importante, sin embargo, que el enfermo, en su libertad, escoja hacer todo el proceso solicitado por los médicos.
Dios me ama y consuela
Mediante todas las oraciones no atendidas y las luchas vividas, ten la certeza de la fe: Dios te ama y consuela.
La madurez en la fe sucede cuando nosotros creyentes aprendemos que Dios no está obligado a hacer nuestras voluntades a la hora que queremos.
Lo que necesitamos es el amor y el consuelo de Él, pues “el justo vivirá por la fe” y “los que tienen fe para la preservación del alma.” (Hb 10,38-39)
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