Las estadísticas dicen que a pesar de que la mayoría de los católicos posee una Biblia, ni siquiera el 5 % la lee. La mayor parte la encuentra aburrida, o tenía una idea equivocada de lo que iba a encontrar.
Y sin embargo, la Biblia es un libro apasionante: 73 libros escritos en un arco de dos mil años, en el que se narra la aventura más apasionante de la humanidad: la búsqueda de Dios por parte del hombre, y cómo Él se le revela progresivamente.
Por eso, leer la Biblia no es leer una historia cualquiera, ni un libro de recetas morales. Es mucho más: es la historia de la búsqueda de cada uno de nosotros. Pero, ¿cómo leerla?
Ruta para navegantes
1La Biblia no hay que leerla, sino escucharla
Es necesario lo primero fiarse del texto, de quienes lo escribieron y del Espíritu que les rodea. No se trata de un libro antiguo, sino de un texto vivo que habla.
2No hay que leerla para buscar un mensaje moral
No se trata de un libro que quiere ofrecernos reglas morales, para esto bastan los Diez mandamientos. En el centro de este libro está el hombre en busca de Dios y éste que sale a su encuentro. Cada página intenta entender y desvelar el misterio del hombre en relación con el misterio de Dios. Y sus consecuencias.
3Hay que leerla para comprender si de verdad Jesús es el Señor
Para nosotros los cristianos esta es la perspectiva principal que nos empuja a buscar cómo todas las palabras de este texto tienen su cumplimiento y su significado en la persona de Jesús.
4Hay que comprenderla como un libro humano
Es un libro escrito por hombres, que habla de hombres y de sus circunstancias, buscando entender a la humanidad a la luz de la fe en Dios. Y es una humanidad sorprendente, la de Jesús, su momento culminante.
5Hay que justificarla en sus límites
No es un libro perfecto. En ella se encuentran no sólo pecados e injusticias, sino también errores, incongruencias y sobre todo visiones limitadas del hombre y de Dios. Es un libro en constante evolución, que revela progresivamente el rostro de Dios, con grandes saltos hacia adelante y algunos pasos atrás.
6Hay que leerla a diario
Es necesario entrar en un régimen de escucha cotidiana, en el que la constancia ceda el paso a la curiosidad y a la pasión.
7Hay que leerla en porciones pequeñas
Poco a poco para facilitar la asimilación de lo leído. Y no es necesario comprender cada palabra del texto, sino de captar ese aspecto que más atrae nuestra atención y que puede ser útil a nuestro itinerario.
8Hay que leerla sin miedo
No hay razones para temer equivocarse en la interpretación, simplemente hay que tener una escucha atenta y sincera. El Espíritu está en el texto, pero también en nuestro corazón.
9Hay que leerla con ayuda
Es importante tener una buena edición de la Biblia que nos acompañe en la lectura con sus comentarios y notas al texto. Aparte, ya en la web y en las librerías es posible encontrar una gran cantidad de comentarios bíblicos.
10Hay que leerla en compañía
La lectura personal es tan importante como la lectura comunitaria. Confrontarse y compartir con quienes leen asiduamente la Biblia nos ayuda y sostiene en el viaje, y la sabiduría de quienes van por delante no debe desanimarnos, sino solo inspirarnos.
11Hay que leerla y también escribirla
El uso de un cuaderno en el que apuntar las frases que nos impactan y las reflexiones que surgen de la lectura es muy útil, sobre todo al principio.
12Hay que rezarla
Antes, durante y después de la lectura, la oración es el signo y el instrumento de quien quiere escuchar a Dios. Empezar a usar la oración de los Salmos, al principio si quieres sólo los que más te gustan, es muy importante.
13Hay que acudir a ella en silencio
Cuando la mente hace silencio, sucede que la frase que nos gustó vuelve a asomarse una y otra vez durante nuestra jornada, provocando consuelo y sorpresa.
14Hay que disfrutar los descubrimientos
Cuando empecemos a descubrir cosas sorprendentes y significados que nos maravillen, estaremos dispuestos a comprender que las semillas que Dios fue sembrando en el otoño de una lectura fatigosa, empiezan a traer los frutos de una primavera florida.
Tomado del libro de Federico Tartaglia, “E’ ora di leggere la Bibbia” (Ancora editrice).