Existe una sutil línea entre el narcisismo y la autoestima. En la mirada hacia los demás está la clave para distinguirlos.
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La autoestima es, a día de hoy, algo que nos preocupa mucho. Es un tema recurrente cuando se habla de educación, superación, depresión, etc. Sin embargo, en algunos casos, la autoestima -o el exceso de ella- puede mostrarse -o ser- una forma de narcisismo.
En el año 1890, William James identificó la autoestima como una necesidad humana fundamental, tan esencial para la supervivencia como la ira y el miedo.
Sin embargo con frecuencia somos capaces de ver las diferencias entre la autoestima y la vanidad, o no somos capaces de entender cómo nuestras acciones y reacciones pueden servir para reforzar una frente a la otra.
El doctor Sheldon Solomon, profesor de psicología social, conocido por el desarrollo de la Teoría de Gestión del Terror, ve en la autoestima un asunto controvertido, ya que para algunos es de vital importancia para el bienestar psicológico e interpersonal, mientras que otros la asocian con un aumento de la violencia y la insensibilidad social .
Sobre esto, el doctor Solomon dice que tener una alta autoestima es problemático pues se asocia con un aumento de la agresión ya sea voluntaria o involuntariamente, de modo que la autoestima podría equipararse con el narcisismo.
La sutil línea entre la autoestima y el narcisismo
Se puede afirmar que el narcisismo es la autoestima elevada a la máxima potencia; la admiración excesiva que sientes por tu aspecto físico, cualidades o dotes.
En este sentido el egocentrismo es la paranoia del narcisista; es tal la admiración que sientes por ti mismo que te crees el centro de toda atención y preocupación ajena.
Estos dos fenómenos psicológicos parecen describir lo que les ocurre a muchas personas, pero para quienes no estén familiarizados con el tema es bueno remarcar las diferencias existentes entre el narcisismo y la autoestima.
El narcisismo supone la negación del valor de los demás, que quedan reducidos a meros proveedores de atención y fama.
La autoestima, en cambio, es aquello que hace que nos sintamos bien con nosotros mismos como seres integrados en una sociedad llena de seres humanos perfectamente válidos.
Como se puede apreciar, esta diferenciación es crucial tanto a nivel personal y social.
La autoestima es una actitud orientada a los demás, basada en los logros que hemos alcanzado, valores que defendemos y el cuidado que hemos demostrado.
El narcisismo, por el contrario, a menudo se basa en un temor al fracaso o debilidad, un enfoque centrado en uno mismo, la intención poco saludable para ser visto como el mejor, una inseguridad profunda y el sentimiento subyacente de la insuficiencia.
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Cuando las personas se nutren de una sana autoestima no olvidan el valor de la empatía en la relación con los demás. La compasión y la colaboración predominan en lugar de la arrogancia o egoísmo ilimitado.
No cabe duda que personas con un buen nivel de autoestima y una sana empatía son instrumentos muy eficaces para una convivencia que tenga mayor respeto a la dignidad del ser humano.
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