Una intensa fraternidad de oración ante sea lo que sea que afrontemos en nuestra vida diaria, una amistad especial que supera el espacio y alcanza la eternidadHay una renovación del espíritu que surge de dar regalos y la alegría se vuelve mucho más especial –sobre todo para el que regala– cuando no hay compromiso ni sentimiento de obligación por parte de nadie.
Eso es lo que me atrae de la idea de hacer una “adopción espiritual” de otra persona y comprometerme a esa adopción.
Hacer una “adopción espiritual” fue algo que para mí empezó como una práctica de un mes de duración, una forma de fomentar el perdón entre yo misma y otra persona y traer alivio para nuestras dos almas.
Fue un acto deliberado de fe y la afirmación de que, aunque una situación pueda ser inolvidable, se puede pasar página.
Pronto, una profunda paz creció desde esta disciplina que dio la sensación de ser más amor que tarea.
La dicha de acompañar a un alma, a toda la persona, en un viaje espiritual era un regalo que podía entregar a esa persona y a Nuestro Señor.
Se convirtió en una forma de bendecir a Dios por bendecirme a mí con la oportunidad de rezar por otra persona. Ganábamos todos (“win win”).
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Ser suplicante —es decir, alguien que suplica— significa hacer peticiones por una persona, un futuro santo, en una intensa fraternidad de oración ante sea lo que sea que afrontemos en nuestra vida diaria.
A veces podemos sentir una falta de brillo que se desliza en nuestra vida de oración.
Rezar por los vivos y los muertos es un acto espiritual de misericordia, honrando a quienes han alcanzado el Paraíso, y recordando a las almas en el Purgatorio.
La oración, como acto espiritual de misericordia, combinada con una adopción espiritual, es un fruto fácil de cultivar en el huerto del alma.
Ahora es un buen momento para discernir si querrías adoptar a alguien espiritualmente y quién es la persona por la que sentirías esa llamada para rezar.
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Primero, para la oración, ábrete a las necesidades de una persona concreta: adoptarás solamente a una persona (viva) durante un año.
Puede ser una madre que afronte varios desafíos, un amigo con una enfermedad crónica, tu mecánico que duda en temas de religión, un inmigrante que acaba de llegar e intenta encontrar su camino o quizás un estudiante mayor que inicia estudios en nuevo ámbito.
Una vez el Espíritu Santo te haya movido a discernir esa persona, escoge un día significativo —que será el mismo todos los años— para empezar la adopción.
El día podría ser Navidad, el inicio del calendario o año litúrgico, la fecha de tu santo patrón o, mi elección, el 1 de noviembre Día de Todos los Santos. Me gusta pensar que todos los que han llegado al Cielo ayudarán con su intercesión.
Durante el siguiente año, tu alma adoptada espiritualmente será parte de tu vida diaria, lo cual acompaña la idea de “rezar sin cesar”.
Aquí tienes unas pocas sugerencias para practicar oraciones de adopción. Seguramente se te ocurrirán más:
- Añade a tu alma adoptada a tus oraciones matinales y nocturnas.
- Ofrece diariamente por él/ella una decena o un Rosario completo.
- Siempre que visites una iglesia que tenga velas votivas, enciende una por tu adoptado/a.
- Al hacer las tareas diarias, ofrece una oración rápida.
- Al azar, siempre que te venga a la mente, recita el Memorare incluyendo a tu alma elegida al final: “… ¡Oh Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas [por ____], antes bien, escuchadlas y acogedlas…”.
- ¿Una ofrenda? Sí, entrégala a Nuestro Señor en nombre de tu adoptado/a.
- Imagina que esa alma te acompaña durante la Adoración.
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Rara vez digo a la persona elegida que ha sido adoptada espiritualmente, aunque ha habido ocasiones en las que mi adoptado o adoptada necesitaba escucharlo y saber que podía contar con el apoyo de alguien (con su oración).
En esos casos he compartido con estas personas mis intenciones y les he pedido que me mantuvieran al tanto de sus necesidades durante ese tiempo.
Con cada adopción espiritual se desarrolla una amistad especial, una que supera el espacio y alcanza la eternidad.
Es una manera de ayudar a una persona a incrementar su deseo de buscar, recibir y cooperar con la voluntad de Dios.
Sé que cuando hago esto, existe una anticipación de dicha por cuando el alma adoptada entre en la eternidad y se le revele el regalo oculto, y una esperanza de que mi alma amiga adoptada se complazca por las oraciones secretas que la acercaron más a Dios.
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