La experiencia de un celiaco que no puede tomar la comunión con gluten
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Siempre me picó la curiosidad de aquellas personas que a la hora de comulgar, se acercan al altar y beben el vino consagrado en la misa en un pequeño cáliz. ¿Por qué no toman la Sagrada Hostia como los demás?
Hasta que me enteré del problema de los celíacos, es decir de las personas que no pueden tomar gluten -que es un conjunto de proteínas que lleva el grano de trigo-. La intolerancia al gluten afecta al 1 por ciento de los humanos.
¿Qué tiene que ver el gluten con recibir la Comunión? La Comunión se recibe bajo las especies del pan y/o del vino, que tras la consagración en la santa misa se convierten, cambian su substancia (transubstanciación), en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo Hijo de Dios. Además, en el pan y en el vino consagrados está presente Jesucristo en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. O sea está todo Él presente.
Si las personas son intolerantes al pan de trigo o al vino, ¿qué hacer? Con el pasar de los años se han elaborado formas (hostias) para ser consagradas sin gluten para que puedan comulgar los celíacos, y el vino era sustituido por substancias líquidas que no procedían de la uva para los que no podían tomar vino. Además, en algunos casos, se han colocado aditivos a las formas para comulgar, como miel, azúcar, o frutas ¿no suena a adulteración de las Sagradas Especies tanta química?
Con el fin de evitar la desnaturalización de la Eucaristía, tal como la instituyó el mismo Jesucristo, en la Última Cena, el papa Francisco ha decidido poner las cosas claras y enviar a todos los obispos una Carta para “vigilar sobre la calidad del pan y del vino destinados a la Eucaristía y, por tanto, a aquellos que los preparan”.
Recuerda que el pan eucarístico debe ser pan de trigo (es decir con gluten, aunque sea “muy poquito”). Las “hostias sin nada de gluten son materia inválida para la Eucaristía”, o sea que no quedan consagradas las hostias sin gluten, o mejor dicho: allí no está Jesucristo, y por tanto no hay sacramento.
Por otro lado, el vino debe proceder de la uva. Dice la carta a los obispos: “debe ser natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas” y que no esté “avinagrado”.
Y como ocurre con todo aquello que supone aceptar normas, muchos han criticado el documento del papa Francisco: ¿cómo es posible que “este” Papa diga estas cosas? El Papa se ha asegurado con biblistas, teólogos, naturistas, biólogos, etc., antes de aprobar esta Carta.
El caso de Miguel
Este mes de agosto, estando de vacaciones en un pueblo del Pirineo, he visto a un niño -ya crecidito- que iba a comulgar: esperaba al final de la fila de los comulgantes para que el sacerdote le diera de beber el vino consagrado en un pequeño cáliz.
Con el permiso de sus padres me acerqué a él. Se llama Miguel A. y tiene 14 años cumplidos hace poco.
– ¿Eres celíaco?
– Sí, desde los 10 años.
– Y tuviste que comulgar solo con vino consagrado. ¿Te costó el cambio?
– Lo vi normal porque no puedo tomar gluten.
– Pero ¿no podrías tomar formas consagradas sin gluten?
– Entonces ya no sería pan.
(Me sorprendió la seguridad de su respuesta, y comentó que se comulga con pan o vino o las dos cosas. Él solo puede comulgar con vino. Por eso, antes de cada misa debe entregar un pequeñito cáliz, dorado por la parte interior, y decirle al sacerdote que él comulgará con vino).
– Te dará un poco “palo” ir siempre con el cáliz antes de la misa. ¡Y tienes que ser puntual a la misa!
– Sí, claro, pero es lo que hay. (También hay quien va a comulgar con muletas o con silla de ruedas).
– ¡Vale! ¿Y cuánto cuesta este pequeño cáliz?
– No lo sé seguro. Me lo regaló mi abuela cuando supo que no podía comulgar con pan.
(El cáliz costó 50 euros, según me comentó su madre después).
– ¿Y si te olvidas del cáliz?
-Pues es un problema. Le puedo pedir al sacerdote que me deje unas gotas de vino consagrado en su cáliz.
– ¿Has tenido problemas alguna vez?
– No.
– ¿Y tus amigos? ¿No se meten contigo porque vas “presumiendo” de cáliz porque eres distinto?
– No. Bueno, en realidad sí. Alguno me dijo que iba “presumiendo”, pero luego entendió.
– ¿Lo tuyo es una enfermedad?
– Yo no lo considero una enfermedad. No me siento enfermo, ni raro, ni nada. Soy normal.
– Cuando seas mayor, ¿Qué quieres ser?
– Me gustaría ser ingeniero… Pero ya veremos. Me quedan años para elegir.
Miguel estaba muy atento a mis preguntas. Nunca le había entrevistado un periodista.