Algo en lo que pensar mientras te sientas bajo tu sombrilla con un “gin-tonic” en la mano
De no ser por la Compañía de Jesús, no disfrutaríamos de algunos elementos básicos cuya presencia damos por sentada en el mundo moderno. Los “cerebritos” académicos jesuitas y sus hermanos misioneros intrépidos y trotamundos han hecho notables contribuciones en astronomía, sismología, matemáticas y tecnología, además de en teatro, botánica, medicina y cocina internacional.
1. El calendario
Cristóbal Clavio, S.J. (1538–1612), fue un reputado matemático y astrónomo alemán que modificó la propuesta inicial de Luis Lilio para el calendario gregoriano, el calendario civil internacionalmente aceptado que usamos hoy día, que fue promulgado en 1582 por el papa Gregorio XIII.
2. El hipertexto
El padre Roberto Busa, S.J., italiano, (1913–2011), fue el pionero de la lingüística computacional que, mientras estudiaba los escritos de Aquino, convenció al fundador de IBM Thomas J. Watson de que los ordenadores podían ser usados para texto y no solo para números. Puedes leer más sobre Busa aquí.
3. La selenografía moderna
El astrónomo italiano Giovanni Battista Riccioli, S.J. (1598–1671) y el matemático y físico Francesco Maria Grimaldi, S.J. (1618–1663) publicaron un mapa lunar en Almagestum Novum (1651), donde mapeaban los cráteres, montañas y otras características de la luna; esto formó la base de la nomenclatura lunar moderna.
Jean Charles de La Faille, S.J. (1597–1652) fue un matemático flamenco; en su Theoremata de centro gravitatis partium circuli et ellipsis (1632) determinó el centro de gravedad del sector de un círculo.
André Tacquet, S.J. (1612–1660) fue otro matemático flamenco cuyo trabajo preparó el terreno para el eventual descubrimiento del cálculo.
5. La trampilla
Los jesuitas escribían y dirigían obras de teatro en sus escuelas de los siglos XVI y XVII y se atribuye a un maestro jesuita del siglo XVII la invención de la trampilla. Los jesuitas también tienen acreditada la perfección de las cortinas transparentes usadas en teatros, conocidas como telón de gasa.
6. La tempura
Cuando los misioneros jesuitas portugueses llegaron a Japón en el siglo XVI, empezaron a freír las gambas cuando se abstenían de comer carne en los días de Témporas, una antigua práctica católica que seguía las cuatro estaciones del año. ‘Tempura’ y ‘témpora’ vienen ambas del término latino Quatour Tempora, ‘las cuatro estaciones’. En un giro de justicia poética (¿o divina retribución?), Tokugawa Ieyasu, el sogún que inició la persecución de los católicos, murió a causa de un atracón de tempura.
7. El té de los jesuitas (yerba mate)
A mediados del siglo XVII, los jesuitas adaptaron el uso de la planta mate en América del Sur, produciendo una bebida conocida como “el elixir de los Jesuitas” o té de los jesuitas (en alemán Jesuitentee). Probablemente intentaban salvar a la población nativa del flagelo del alcoholismo. Durante muchos años, esta fuerte infusión de hierbas estuvo prohibida; consumirla estaba castigado con la pena de excomunión.
8. La fruta/flor de la pasión
Los misioneros jesuitas españoles llamaron a la flor de la pasión o “flor de las cinco llagas” en honor a la Pasión de Cristo.
* Los extremos puntiagudos de las hojas representarían la Lanza Sagrada.
* Los zarcillos representarían los látigos empleados en la flagelación de Cristo.
* Los diez pétalos y sépalos representarían a los diez apóstoles fieles (excepto a san Pedro el negador y Judas Iscariote el traidor).
* Los filamentos radiales de la flor, que pueden llegar a más de un centenar y varían de flor en flor, representarían la corona de espinas.
* El ovario en forma de cáliz con su receptáculo representaría un martillo o el Santo Grial.
* Los 3 estigmas de la flor representan los 3 clavos, y las 5 anteras de debajo las 5 llagas (cuatro heridas por los clavos y una por la lanza).
* Los colores azul y blanco de muchas especies de flores representarían el Paraíso y la Pureza.
Desde entonces, la flor ha recibido nombres relacionados con este simbolismo por toda Europa. En España se conoce como ‘espina de Cristo’. Los nombres en alemán incluyen Christus-Krone (‘corona de Cristo’), Christus-Strauss (‘ramo de Cristo’), Dorn-Krone (‘corona de espinas’), Jesus-Leiden (‘Pasión de Jesús’), Marter (Pasión) o Muttergottes-Stern (‘Estrella de la Madre de Dios’).
9. Las camelias y el haba de san Ignacio
El botánico sueco Carlos Linneo, que concibió nuestro sistema moderno de nomenclatura de los organismos, nombró al género de las camelias en honor de un hermano jesuita, Georg Josef Camel S.J. (1661–1706). Camel pasó su vida documentando plantas y animales en las Filipinas, como parte de su práctica médica y farmacéutica. Descubrió las propiedades curadoras del haba de san Ignacio (Strychnos ignatii), una fuente de estricnina hoy día. Linneo quedó tan impresionado con el trabajo del hermano Camel que cambió el nombre del género Thea a Camellia. Este género incluye los arbustos de los que derivamos el té.
10. La quinina (corteza jesuita)
Los misioneros jesuitas españoles del siglo XVII en Perú aprendieron de los nativos que la corteza de cinchona podía curar la malaria. Los jesuitas llevaron el remedio por todo el mundo, curando incluso al emperador de Japón. Hoy día se usa también en la tónica, así que gracias a los jesuitas disfrutamos de los gin-tonics.
11. El megáfono
Athanasio Kircher, S.J. (1602–1680), un académico y erudito alemán del Renacimiento, fue uno de los primeros en observar microbios a través de un microscopio, y teorizó que la peste bubónica se extendía a través de microorganismos infecciosos. Cuando no estaba descendiendo en volcanes, sobreviviendo a naufragios o combatiendo la peste, Kircher inventaba relojes, robots y el primer megáfono.
12. El paraguas
Los parasoles y los paraguas llegaron a Francia e Inglaterra en el siglo XVII gracias a jesuitas que habían visitado el Asia oriental. El 22 de junio de 1664, el escritor inglés John Evelyn mencionó en su diario una colección del padre Thompson S.J., que había estado en China y Japón. Entre los artefactos había unos “abanicos como los que usan nuestras damas, pero mucho más grandes y con largas varillas extrañamente forjadas y llenas de caracteres chinos”: los parasoles.
Así que, la próxima vez que te refugies en una sombrilla playera mientras des sorbitos a un gin-tonic o saborees tempura y fruta de la pasión o navegues por Internet, recuerda a san Ignacio y su Societas Jesu, que tanto han contribuido a ampliar nuestro conocimiento, placeres y comodidades, Ad maiorem Dei gloriam, todo para mayor gloria de Dios.
Escrito por Jean Elizabeth Seah