Mi noción herida de femininad se ordenó, y los bloqueos y las distorsiones en mi mente y mi corazón comenzaron a desaparecerCon ocasión del centenario de la primera aparición de la Virgen María en Fátima, muchos católicos celebraron este evento especial consagrándose, o volviéndolo a hacer, al Corazón Inmaculado de María. Yo pertenezco a la segunda categoría de personas.
Tras haber animado mucho a mi amigo Mike a realizar una consagración mariana, decidí seguirlo en la Consagración de 33 Días al Corazón Inmaculado de María que terminó en la fiesta de Nuestra Señora de Fátima.
¿Por qué? Porque consagrarme a María cambió completamente mi vida
Habiendo vivido mi juventud en los años sesenta y setenta, adquirí muchas ideas inculcadas en nuestra cultura por los movimientos e ideologías de aquella época, incluso nociones distorsionadas en base a las que 1) los hombres son fundamentalmente “puercos machistas chovinistas”, 2) la “igualdad” como mujer significa vencer al hombre en su mismo juego, y 3) la liberación sexual es la clave para la libertad y la felicidad personales.
Una noción herida de feminidad me formó como joven mujer, y fuertes rastros permanecieron en mi mente y en mi corazón cuando me convertí de adulta a Cristo y luego un “regreso” al catolicismo hace casi 30 años.
Esta malentendida comprensión de la feminidad surgió de varias formas en mi vida, desde el rechazo a someterme al “grupito de viejos del Vaticano” -consideraba que no era asunto de ellos decirme lo que tenía que hacer con mi vida sexual- a alimentar rabia y amargura hacia varios hombres que me habían herido.
Igualmente fuerte era el sentido de no querer ser como la Virgen, que consideraba una persona sin voz ni voto.
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Adherir a la consagración mariana
Un amigo me habló de la Consagración Total a María de san Luis de Montfort y me prometió que consagrar mi vida a María me acercaría a Cristo.
Si acercarme a Cristo me atraía mucho, la idea de ser “sierva” de María (por citar el lenguaje de san Luis) no tanto. De cualquier manera, di un salto de fe y completé la consagración de 33 días, una historia que comparto en mi libro Mary’s Way: The Power of Entrusting Your Child to God.
Poco después comenzaron a verse frutos inesperados en mi vida, y los bloqueos y distorsiones en mi mente y mi corazón comenzaron a caer como fichas de dominó.
Lo primero que desapareció fue mi fuerte resistencia a la autoridad de la Iglesia, y por extensión a los hombres que componen su jerarquía.
Luego, la práctica de la anticoncepción, y con ella mis objeciones aparentemente irresolutas a estar abierta a la vida. Desapareció, por lo tanto, mi decidida oposición a las doctrinas de la infalibilidad papal y la confesión sacramental, así como a los dogmas de la Inmaculada Concepción y la Asunción de María.
Casi milagrosamente, lo que antes me parecía ridículo comenzó a tener un perfecto sentido, y empecé a notar un cambio interior respecto a la consideración de mí misma como mujer.
Este cambio conllevó una profunda sanación de mis heridas y mis pecados sexuales y a la libertad de la falta de perdón y la rabia en relación a varios hombres que había encontrado en mi vida.
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Junto a esto, también se modificó mi percepción de María, que comencé a ver no sólo como formidable mujer de fe, esperanza y amor, sino también como la Mujer que todas las mujeres están llamadas a imitar, el ideal de la feminidad al que tantas mujeres se deberían adherir.
Todo esto se produjo tras mi consagración a María, llevándome a un mejor amor por Cristo y la Iglesia.
No hace falta decir que donde quiera que voy exhorto a las personas a consagrarse a María, usando la Preparación para la Consagración Total de san Luis de Montfort o una nueva versión de la consagración, 33 Days to Morning Glory del sacerdote Michael Gaitley.
Ahora es un momento perfecto para unirse al creciente ejército de devotos de María, un ejército que será útil para la nueva evangelización de la Iglesia en el mundo.
¿Las gracias de la consagración mariana son sólo para mujeres o pueden beneficiar también a los hombres?
Dejaré que el e-mail de Mike, que realizó su consagración en la fiesta de Nuestra Señora de Fátima, hable por sí mismo:
Querida Judy:
Sólo un breve mensaje para decir que la gracia de una devoción más fuerte o más plena a santa María, la santa madre de nuestro Buen Señor, ha sido extremamente positiva para mi vida espiritual. Estoy muy agradecido a Jesús por este privilegio. Ahora la veo realmente como mi principal compañera de oración, mi directora espiritual santa y glorificada y mi propia madre.
Tenías razón: poner a santa María en el lugar que le corresponde, por decirlo de alguna manera, favorece un desarrollo significativo de nuestra relación con Cristo, su Cuerpo y su Reino.
Que el “Príncipe de la Paz” (Is 9,6) siga estando contigo y con tu querida familia.
Mike