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No existe un consenso generalizado entre los especialistas en el estudio del fenómeno sectario sobre la definición de secta. En lo personal entiendo que la pluralidad de miradas que tenemos los distintos miembros de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) nos complementan y nos permiten tener una comprensión mayor de un fenómeno sumamente complejo y cambiante.
Cada uno de los expertos, desde su especialidad, podrá darle a este fenómeno un enfoque distinto, ya sea pastoral, teológico, apologético, sociológico, jurídico, psicológico, etc. Y todo ello enriquece a un enfoque multidisciplinario. En mi caso lo hago desde la psicología.
En psicología, siguiendo la definición de la Dra. Margaret Singer, preferimos hablar de relaciones sectarias, un relación sectaria es aquella en la que, a través de un proceso de manipulación y violencia psicológica se conduce a una persona (el adepto) a volverse totalmente dependiente en los aspectos más importantes de la vida, de otra persona (el líder); en este proceso se le inculca al adepto la creencia de que le líder posee algún don o talento especial.
Esta definición nos permite ver el fenómeno sectario dentro de un universo mucho mayor que es el de la violencia psicológica. Nos permite también corrernos de terreno de lo puramente doctrinal o lo vinculado a los sistemas de creencias y así no quedar atrapados, a la hora de hablar de estos temas, en lo estrictamente religioso.
Muchos grupos sectarios levantan la bandera de "la libertad religiosa" para sostener que son ellos las víctimas de una persecución contra minorías religiosas, quitando la atención del verdadero problema.
Con lo hasta aquí expuesto me permito derribar algunos de los “mitos” que en torno a las sectas circulan.
Si bien tradicionalmente se han visto muchos grupos religiosos devenidos en sectas y viceversa, lo cierto es que reducir el fenómeno sectario al ámbito del hecho religioso es un error grave y peligroso.
Actualmente vemos que el fenómeno sectario abunda en otros ámbitos que han trascendido al ámbito del hecho religioso. Vemos empresas que utilizan para el reclutamiento de “nuevos emprendedores” estrategias de persuasión coercitiva, vemos el florecer de nuevas ofertas terapéuticas que si ningún aval científico circulan por las redes sociales explotando la necesidad de muchos que buscan salud y bienestar, terapias que en su inmensa mayoría derivan en graves relaciones sectarias con el “terapeuta” alternativo de turno,...
Si bien tradicionalmente las sectas se establecían en comunas, como fue el trágicamente recordado caso del Templo del Pueblo en Guyana, lo cierto es que actualmente ese tipo de expresiones es rara. En primer lugar porque poca gente está interesada en experiencias de tipo comunitario y en segundo lugar porque la tecnología también juega a favor de las sectas.
Hoy en día basta un celular inteligente para crear una “comunidad virtual”, los líderes de sectas ya no necesitan a su séquito de adeptos alrededor, con un whatsapp alcanza para hacerles llegar su sermón, prédica, o visión nueva.
Además pensemos en lo que decíamos al principio, una relación sectaria es una relación de dependencia inducida, un vínculo de manipulación en el que un sujeto es llevado por otro a la condición de objeto, ¿acaso no es esto análogo al lo que sucede en los círculos de violencia doméstica?
Para que haya relación sectaria se necesitan al menos dos personas, luego dependerá del contexto donde ese fenómeno se da para que esa relación sectaria se replique en otros y así el perverso líder aumente el número de sus sometidos adeptos.
No sólo es visible que la mayoría de las personas víctimas de sectas son personas idealistas, sinceras, personas que se entregan del todo por una causa, sino que también suelen ser personas inteligentes.
Muchas veces he escuchado la omnipotente afirmación de “eso a mí no me pasaría”….conviene aquí recordar al querido Lic. José María Baamonde que al enumerar los factores que predisponen a la captación sectaria, decía que el más importante era “creer que uno no va a ser captado”.
Todos, y cuando digo todos no tengo empacho ninguno en decir que yo también, podemos ser víctimas de una secta, víctimas de la manipulación y el engaño. Sobre todo en momentos de crisis personales en donde nos podemos encontrar mucho más vulnerables y con las defensas bajas, situaciones de enfermedad grave o terminal de un ser querido, pérdida de un trabajo, podríamos enumerar una interminable lista de situaciones o crisis, pero basta con que la intensidad de la misma sea lo suficientemente fuerte como para poner en jaque las convicciones básicas de la persona para que el discurso sectario se infiltre y la persona vea comprometida su libertad.
Si bien es visible que una sólida formación religiosa y una cultivada experiencia de Dios previenen de la captación sectaria, no debemos olvidad la cara terapéutica que las sectas tienen hoy. Sucede en mí país que he sabido de parroquias que tienen consultorios de Reiki, seguro por desinformación o por entender que el Reiki al menos será algo inocuo (ya hemos hablado de las derivas sectarias que la mayoría de las terapias alternativas new age tienen).
La lista de “mitos” a derribar en torno al fenómeno sectario sería larga, quizás interminable. En salud mental, como en casi todo, siempre es preferible prevenir que curar, la información es el mejor camino para la prevención y desde la RIES brindamos ese servicio: ante la duda, siempre lo mejor es hacer la consulta oportuna.