El cristiano no anestesia el dolor, sino que lo vive en la esperanza de que Dios nos dará una alegría que nadie nos podrá quitar. Lo dijo el Papa en la misa celebrada en la Casa Santa Marta del Vaticano.
Dolor y alegría en la mujer que da a luz
En el Evangelio del día, Jesús, antes de su Pasión, advierte a los discípulos que estarán tristes pero que esta tristeza se convertirá en un grito de alegría.
Y usa la imagen de la mujer que va a dar a luz: “Siente dolor porque le ha llegado el momento, pero cuando da a luz al niño, no se acuerda más del sufrimiento”. Espera en el dolor y exulta en la alegría.
Comenta el papa Francisco:
Alegría y esperanza, no estar contentos o ser optimistas
La alegría y la esperanza, destacó el Papa, “van unidas”.
Salir de sí misma
“El Señor -afirmó el papa Francisco- nos dice que habrá problemas” en la vida y que esta “alegría y esperanza no son un carnaval: son otra cosa”.
Una alegría que no pasa
“La alegría humana -explicó el Papa- puede ser destruida por cualquier cosa, cualquier dificultad”.
Jesús, sin embargo, quiere darnos una alegría que nadie nos podrá quitar: “Es duradera. Incluso en los momentos más oscuros”.
Así sucede en la Ascensión del Señor: “Los discípulos, cuando el Señor se va y no lo verán más, se quedan mirando el cielo, con un poco de tristeza. Pero los ángeles los despiertan”.
El Evangelio de Lucas cuenta: “Volvieron felices, llenos de alegría”, “la alegría de saber, dijo el Papa, que nuestra humanidad ha entrado en el cielo, por primera vez”.
“La esperanza de vivir y reunirnos con el Señor” se convierte en una “alegría que inunda toda la Iglesia”, añadió.
“Que el Señor nos dé esta gracia -concluyó el Papa- de una alegría tan grande que sea la expresión de la esperanza y una esperanza fuerte, que se convierta en la alegría de nuestra vida, de manera que el Señor custodie esta alegría y esperanza y nadie nos la pueda quitar”.