San Felipe Neri era contemporáneo de san Ignacio de Loyola y anhelaba convertirse en misionero. Pero Ignacio sugirió que Roma en sí ya era territorio de misiones y que Felipe, al ser florentino, era excepcionalmente efectivo en su trato con los romanos.
Felipe tomó el consejo de su amigo como una indicación del Espíritu Santo y evangelizó con entusiasmo en Roma durante toda su vida; por ello se le conoce como "el apóstol de Roma" y es uno de los patrones de la ciudad.
Un santo con humor
Es popular por su jovialidad y su sentido del humor, pero Felipe fue un sacerdote y confesor serio. Su místico corazón, como el de santa Teresa de Ávila, se vio físicamente alterado como manifestación de la gracia de su ferviente amor.
Su santidad se centraba en su completa rendición a la Providencia de Dios, con quien consultaba todos los asuntos y llegaba incluso a clamar a los cielos:
"Señor, ¡no confíes en Felipe!"
Frases de san Antonio llenas de sabiduría
A continuación exponemos lo que podríamos llamar "puntos sobre cómo aspirar a la santidad en el tiempo que comienza", extraídos de las Máximas de san Felipe Neri.
1. Un verdadero servidor de Dios no reconoce otro país más que el cielo.
2. Nuestro enemigo, el diablo, que lucha contra nosotros para derrotarnos, intenta crear desunión en nuestros hogares, alimentar las disputas, los disgustos, la competitividad y la rivalidad, porque mientras peleamos entre nosotros, él puede venir a conquistarnos y someternos bajo su poder.
3. Aquel que persiste en el camino del odio, el conflicto y del espíritu amargo, tiene una buena muestra del ambiente del infierno.
4. Una de las formas más eficientes de mantenernos libres de pecado es tener compasión por aquellos que yerran debido a su fragilidad y nunca alardear de nuestra rectitud, sino reconocer con auténtica humildad que, si estamos en estado de gracia, es por la misericordia de Dios.
5. No hay nada más peligroso para la vida espiritual que querer regir nuestras vidas siguiendo nuestra propia forma de pensar.
6. No odies a nadie. Dios nunca va donde no hay amor por el prójimo.
7. Si de verdad deseas ser santo, nunca te muestres a la defensiva, reconoce siempre tu falta, incluso si lo que se te acusa no es cierto.
8. La duda es una debilidad que tal vez nos dé tregua, pero rara vez paz; sólo la humildad resulta vencedora.
9. Fuérzate a ser obediente, incluso en las más pequeñas cosas que parecen intrascendentes; así te resultará más sencillo ser obediente para las cuestiones más grandes.
10. Lee con frecuencia las vidas de los santos en busca de inspiración e instrucción.
11. Para perseverar en la vida de la fe, aprende prudencia; no podemos hacerlo todo de una vez ni hacernos santos en cuatro días.
12. No debemos apegarnos tanto a los medios [del camino a la santidad] como para olvidar el fin. Mortificamos la carne, pero también debemos mortificar el cerebro, pues es el elemento principal que nos convierte en pecadores o en santos.
13. La alegría fortalece el corazón y nos ayuda a perseverar. Un servidor de Dios debe estar siempre de buen ánimo. La caridad y la alegría, o la caridad y la humildad, deben ser nuestra consigna.
14. Obtén humildad a través de confesiones sinceras y frecuentes.
15. La piel de la vanidad está bien sujeta a nuestros corazones y es doloroso desollarla. Cuanto más profundizamos en la carne viva, en lo auténtico de nuestros corazones, más áspera se vuelve la piel y más difícil de soportar.
16. ¿Una forma magnífica de aprender a orar? Reconocer que no se es digno de la oración y renunciar por completo a nuestro esfuerzo a voluntad del Señor.
17. Por lo general somos los artesanos de nuestra propia cruz y ésta, tristemente, es una verdad más fácil de reconocer en los otros que en nosotros mismos.
18. Todo propósito de Dios es por el bien y, aunque no siempre lo entendamos, sí podemos confiar en ello.
19. Las escrituras se aprenden mejor a través de la oración que del estudio.
20. Si te ves enfermo y no puedes ayunar, sé más generoso en obras de caridad.
21. Para pedir a Nuestra Santísima Señora cuando nuestra necesidad es urgente, repetid, según el modo del Rosario, «Virgen María, Madre de Dios, ruega por mí ante Jesús».
22. Por mucho que nos acerquemos al final, como el final del año, el tiempo para hacer el bien aún no se ha terminado.
23. Dios se deleita especialmente con la humildad de aquellos que creen que todavía no han empezado a hacer el bien.
24. ¡LISTOS! ¿Nos ponemos ya a hacer el bien entonces?