San Antonio de Padua sigue siendo uno de los santos católicos más populares, ya que con frecuencia se le invoca para que ayude a encontrar objetos perdidos.
La razón principal de este mecenazgo es una leyenda sobre su vida que se contó durante toda la Edad Media y hasta nuestros días.
El padre Ubaldo da Rieti narra esta historia en su Vida de San Antonio:
"Mientras estaba así empleado ocurrió un memorable incidente digno de ser relatado. [Llevaba consigo una exposición de los salmos escrita por él mismo, en la que había recogido lo mejor del Antiguo y del Nuevo Testamento, y de la que, como de una fuente, bebía aquella sabiduría celestial que le permitía explicar las cuestiones teológicas y daba peso y fuerza a sus sermones en beneficio de las almas".
En otras palabras, era su libro favorito.
San Antonio pierde su libro
Posteriormente, el libro fue robado por un novicio que abandonó el monasterio. San Antonio quería recuperar el libro, pero no tenía ni idea de adónde había huido el novicio.
San Antonio acudió inmediatamente a Dios en busca de ayuda:
"Un novicio cansado de la vida religiosa resolvió volver al mundo, y habiendo visto el libro que contenía la exposición de los salmos, lo robó y huyó del monasterio. El santo, apenado por la pérdida de un libro tan útil y necesario para él, recurrió inmediatamente a la oración, pidiendo al Señor no solo que se apiadara del infeliz joven, sino también que le indujera a restituir el libro robado".
Según la leyenda, Dios escuchó la plegaria de san Antonio y ordenó al diablo que interviniera:
"Su oración fue escuchada por el Señor. El diablo, obligado por mandato divino, se apareció al joven en forma de un horrible monstruo y le detuvo, diciéndole: 'Vuelve y devuelve inmediatamente lo que has robado, de lo contrario te mataré y te arrojaré al río'.
El novicio, asustado por la visión, regresó al monasterio, devolvió el libro y se humilló ante san Antonio.
San Antonio se apiadó de él y le animó a permanecer firme en su servicio al Señor.
Desde que se difundió esta historia, san Antonio ha sido honrado como patrón de las cosas perdidas.