En una carta al presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, Federico Mayor Zaragoza, al que recibe en el Vaticano
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El Papa Francisco expresó este viernes 30 de marzo que la vida “pertenece sólo a Dios. Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal y Dios mismo se hace su garante”, en una carta entregada al presidente de la Comisión Internacional contra la Pena de Muerte, el español Federico Mayor Zaragoza, a quien recibió en audiencia en el Vaticano.
La misiva ha sido dirigida también a los “hombres de buena voluntad” comprometidos por un mundo libre de la pena de muerte, el establecimiento de una moratoria universal de las ejecuciones, y la “abolición de la pena capital”.
La pena de muerte es inadmisible y fomenta la venganza
"Hoy día la pena de muerte es inadmisible, por cuanto grave haya sido el delito del condenado", afirma el Papa en su carta. "Es una ofensa a la inviolabilidad de la vida y a la dignidad de la persona humana”.
El Pontífice, que ha clamado varias veces por el perdón y que recientemente ha convocado a celebrar a partir de diciembre un “año de la misericordia”, agregó que “no hace justicia a las víctimas, sino que fomenta la venganza”.
El condenado no repara el daño causado
“La pena de muerte pierde toda legitimidad en razón de la defectiva selectividad del sistema penal y frente a la posibilidad del error judicial. La justicia humana es imperfecta, y no reconocer su falibilidad puede convertirla en fuente de injusticias”, escribe.
En este sentido, el Obispo de Roma sostiene que la aplicación de la pena capital, “niega al condenado la posibilidad de la reparación o enmienda del daño causado”.
Regímenes totalitarios aman la pena de muerte
La pena capital ha dejado varios mártires a la Iglesia católica, recuerda Francisco. Además “es un recurso frecuente al que echan mano algunos regímenes totalitarios y grupos de fanáticos, para el exterminio de disidentes políticos, de minorías, y de todo sujeto etiquetado como “peligroso”.
Legitima defensa no justifica la pena capital
El Papa sostiene que “los presupuestos de la legítima defensa personal no son aplicables al medio social, sin riesgo de tergiversación”. Una persona que ha sido condenada a la pena capital ya está en prisión y por lo tanto, el agresor ya no puede hacer más daño.
Al respecto afirma: “Es que cuando se aplica la pena de muerte, se mata a personas no por agresiones actuales, sino por daños cometidos en el pasado. Se aplica, además, a personas cuya capacidad de dañar no es actual sino que ya ha sido neutralizada, y que se encuentran privadas de su libertad”.
El Estado puede matar por omisión y negligencia
El Papa se refiere igualmente a que “los Estados pueden matar por acción cuando aplican la pena de muerte, cuando llevan a sus pueblos a la guerra o cuando realizan ejecuciones extrajudiciales o sumarias”.
Luego remarca cómo los Estados pueden matar por omisión, “cuando no garantizan a sus pueblos el acceso a los medios esenciales para la vida”. Y en este sentido, denuncia: “no a una economía de la exclusión y la inequidad”.
La prisión perpetua es una pena capital lenta
Por otra parte, “la pena de prisión perpetua, así como aquellas que por su duración conlleven la imposibilidad para el penado de proyectar un futuro en libertad, pueden ser consideradas penas de muerte encubiertas, puesto que con ellas no se priva al culpable de su libertad sino que se intenta privarlo de la esperanza”.
Esta no es la primera vez que el Papa se ocupa de la pena de muerte. Ya había escrito otra carta a la Asociación Internacional de Derecho Penal y a la Asociación Latinoamericana de Derecho Penal y Criminología (el 30 de mayo de 2014) y pronunciado un discurso ante las cinco grandes asociaciones mundiales dedicadas al estudio del derecho penal, la criminología, la victimología y las cuestiones penitenciarias (23 de octubre de 2014).