¿Por qué palabras como “cristiano”, “biblia” y “evangelización” se asocian a nuestros hermanos protestantes y no a nosotros, los católicos?
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Piensa en alguien que se describe como cristiano, que fundamenta sus creencias en la Biblia y que está apasionado por compartir a Jesús con los demás. ¿Qué tipo de persona te viene a la mente?
Yo sé que el primer pensamiento de la mayoría de las personas es un protestante evangélico.
¿Por qué no un católico? ¿Qué nos ha pasado?
Los católicos son miembros de la Iglesia que compiló las Escrituras, de la Iglesia de los grandes santos misioneros y mártires, de la Iglesia establecida por el propio Cristo. ¿Como es que otras personas son hoy más conocidas que los católicos por ser evangelizadoras y cristianas que creen en la Biblia?
Yo estoy seguro de que nuestra condición de minoría cultural aquí en EE.UU. ha sido un factor relevante para la formación de esta percepción: la mayoría protestante tuvo más fuerza en el establecimiento de los usos lingüísticos. Y la falta generalizada de fidelidad a la doctrina católica entre los autodenominados católicos, en las últimas décadas, ciertamente no ha ayudado a cambiar eso…
Mas sean las que sean las razones, yo sé que nosotros, los católicos, hemos sido “cómplices” de esa percepción.
Esto es perjudicial tanto para nuestra comprensión de nosotros mismos como católicos como para nuestras relaciones con los no católicos. Es difícil vivir la fe ortodoxamente y compartirla con los demás si aceptamos falsas narrativas culturales, falsas dicotomías y una terminología impropia.
Para ser muy claro: no estoy diciendo que los católicos deban exigir que los demás dejen de identificarse con esas características, ni que debamos forzar a los demás a hablar de nosotros de esta forma u otra. Los demás son libres para expresarse desde el punto de vista de su fe y de su visión del mundo.
¡Pero nosotros también!
Por esto, propongo que, en nuestra forma de hablar, en nuestra mente y en nuestras acciones, nosotros los católicos nos atribuyamos con más confianza estas tres características:
1) El término "cristiano"
¿Cuántas veces has oído a alguien hacer distinción entre "católicos" y "cristianos", usando este último término para referirse a los protestantes evangélicos? Compara con el número de veces que escuchas a los católicos llamarse a sí mismos “cristianos” en una conversación normal.
Esta crisis de identidad es bastante grave. La Iglesia católica enseña que solo en ella está la plenitud de la fe cristiana. “Catolicismo” es sólo otro nombre de la religión cristiana, y significa precisamente “totalidad”, “universalidad”. Se el católico sigue su fe, él es cristiano en el sentido más completo del término.
Y si realmente creemos esto, tenemos que reflejar esta certeza en nuestra forma de hablar.
Está claro que no debemos abandonar el término "católico". La Iglesia afirma que los seguidores de Cristo bautizados, mas no católicos, también se denominan "cristianos" con toda justicia (Unitatis redintegratio, 3): por eso, necesitamos el término "católico" para ayudar a distinguirnos a nosotros mismos.
Pero también necesitamos llamarnos, con toda confianza, "cristianos". O, por lo menos, "cristianos católicos". No tenemos que dejar que el término "cristiano" sea sinónimo de "protestante".
2) La Biblia
La Biblia enseña la doctrina católica. No enseña la doctrina protestante.
En serio.
¿Es extraño oír esto? Pues bien, yo fui criado como protestante y me di cuenta de que muchos protestantes, especialmente evangélicos, insisten desde hace mucho tiempo en decir que la fe de ellos es lo que la Biblia enseña, que es como si los católicos les hubieran dejado sólo a ellos esa prerrogativa. ¡Les dejamos la Biblia a ellos! Por lo menos, culturalmente hablando.
Pero no deberíamos hacer esto. La Biblia no enseña la “sola fides” ni la “sola scriptura”. El purgatorio, por otro lado, es completamente bíblico (cf. 1 Cor 3,11-15 , Mt 12,32, et al.). Lo mismo vale para la autoridad de la tradición oral (2 Ts 2,15), para el poder de los sacerdotes de absolver los pecados (Jn 20,22-23) y para la práctica de la oración por los muertos (2 Macabeos 12,39-45).
(Si has reparado en mi última referencia bíblica, en el párrafo anterior, y tienes la sensación de que "bueno, ese libro no cuenta mucho", tengo que decirte que los católicos creemos que 2ª Macabeos es tan inspirado y canónico como el Génesis y el Evangelio de Mateo. Y tenemos que tratarlo como tal. Todos ellos son, por igual, Palabra de Dios. A propósito, la Biblia tiene 73 libros y no 66. Todas las Biblias con sólo 66 libros son incompletas, pues les faltan partes vitales de la preciosa Palabra de Dios, que nos da vida).
Los católicos creen desde hace siglos que la Biblia es la Palabra inspirada por Dios, desde bien antes de la existencia de los protestantes. Y es precisamente el estudio de la Palabra de Dios lo que nos lleva hasta la doctrina católica.
No quiero incentivar animosidad alguna entre católicos y protestantes: este artículo no tiene la intención de demostrar que la Biblia enseña la doctrina católica. Yo solo estoy intentando ayudar a los católicos, a que tengamos más claridad sobre nuestras creencias.
Desde nuestro punto de vista, la Biblia es completamente católica. Entonces, ¿por qué no actuamos en coherencia con esta certeza?
3) Evangelización
Evangelizar es una misión que los evangélicos, mormones y testigos de Jehová se esfuerzan por cumplir – y, a veces, son ridiculizados por causa de esto. “¡Menos mal que somos católicos! ¡Somos más sofisticados”, dirá alguien. “Dejad que los evangélicos, mormones y testigos de Jehová sigan con su reputación de evangelización. En este mundo moderno y pluralista, no queremos que se nos asocie al intento permanente de imponer nuestras creencias por encima de los otros, ¿cierto?”.
Más o menos. “Imponer nuestras creencias por encima de los demás” no, pero manifestarlas con total naturalidad sí. Evangelizar es la misión primera de la Iglesia católica.
¿Dudas? Lee el Nuevo Testamento. O el catecismo. O la Evangelii Gaudium.
No tenemos que copiar los métodos de evangélicos, mormones y testigos de Jehová, pero nosotros los católicos tenemos que creer que nuestra misión es, sí, la de evangelizar, la de transmitir la Buena Noticia. Y tenemos que vivirla abiertamente: "Nosotros, en la Iglesia católica, creemos que todos necesitan conocer a Jesús para salvar su alma y que lo mejor para conocerlo plenamente es formar parte de la Iglesia católica, establecida por Él".
El mundo entero tiene que saber exactamente lo que somos. Si las personas no saben que la salvación de las almas es nuestra misión, están completamente desinformadas sobre qué es la Iglesia católica. Si un católico no sabe o no cree en esto, ni él mismo sabe lo que significa ser católico.
La evangelización debería ser el foco de la predicación católica, de nuestras conversaciones y de la vida diaria de todos nosotros. No podemos concebir el catolicismo sin evangelización.
Y no estamos copiando la evangelización de otras personas. Nosotros, los católicos, salimos al mundo para evangelizar desde Pentecostés. Evangelizamos el Imperio Romano, llevamos el Evangelio a Extremo Oriente. Siempre fuimos evangelizadores y tenemos que serlo de nuevo.
La "nueva evangelización", propuesta por San Juan Pablo II y continuada por Benedicto XVI y Francisco, ha hecho mucho para devolver la palabra "evangelización" al lenguaje cotidiano de los católicos.
Es un buen comienzo. Nosotros, los católicos, necesitamos seguir el ejemplo de estos tres papas, volverlo nuestro, y como los santos anteriores a nosotros, retomar nuestro papel de evangelizadores: divulgadores de la Buena Nueva de Jesús.