Para muchos, el diablo es un símbolo, inventado para explicar el mal en el mundo y para desculpabilizarse del mal cometido…
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La fe cristiana afirma la existencia del demonio, pero proclama que el poder de éste no es ilimitado. No existe un “dios del mal”: El demonio es una criatura sometida al poder de Dios.
Los cristianos desde siempre admiten la existencia de un ser maligno, o varios seres malignos, de naturaleza angélica, cuya actuación se dirige a apartar al hombre de Dios, sometiéndole a las fuerzas del mal, a través de la tentación.
De hecho, Cristo se hizo hombre y murió en la cruz para liberar al hombre de este estado de sometimiento en el que se encontraba a raíz del pecado original. La existencia del demonio forma parte por tanto de la verdad revelada.
Sin embargo, la creencia cristiana es muy distinta de la de otras religiones: no existe un “dios del mal” opuesto al dios del bien. Al contrario, según la teología católica de santo Tomás de Aquino, el mal no existe en sí mismo, sino como ausencia del bien, como rechazo del amor de Dios.
Según la doctrina cristiana, el demonio puede incitar al hombre al mal, pero no puede quitarle su libertad. No tiene poder sobre su alma si el hombre no se lo otorga.
El demonio es un ángel creado por Dios, que en la tradición cristiana recibe los nombres de Satán o Lucifer, que usó su libertad para oponerse a su amor.
Dios permite su existencia y su rebeldía, pero el demonio está sometido a su Creador, como el resto de las potencias angélicas. Esta es una de las razones de que la teología cristiana en realidad no se haya preocupado mucho sobre el demonio en sí, sino más bien de cómo Cristo logró la victoria sobre él y de cómo combatir su poder en la vida cristiana.
Entrevista al padre José Antonio Fortea, en la agencia Zenit
La Biblia, y más particularmente los Evangelios, así como el Magisterio y la vida de los santos, atestiguan la existencia del demonio.
El Antiguo Testamento considera a los ángeles y los demonios criaturas de Dios, Creador de todo, lo visible y lo invisible. Pero los textos que hablan de Satán en el Antiguo Testamento son muy raros.
Es después del exilio de Babilonia cuando se nota una evolución: el mal entre los hombres viene de Satán (‘satan’ en hebreo, adversario) a raíz del pecado de Adán (Gn 3), cuando “por la envidia de la serpiente, la muerte entró en el mundo” (Sb 2, 24). Satán es el tentador, el acusador, el adversario de Dios (Za 3, 1-7, Jb 1, 11, etc.).
Casi dos siglos antes de Cristo, la comunidad monástica de Qumram, en las orillas del mar Muerto, elabora una demonología estructurada.
Pero es en los cuatro Evangelios donde la presencia de Satán adquiere una densidad particular: es un adversario real, enemigo de Cristo y de su Reino.
Jesús se dirige, sin duda alguna, personalmente a Satán para increparle, y habla de él como de ‘alguien’. Son conocidos los pasajes de las Tentaciones en el desierto (Mt 4, 1-11) y de los numerosos exorcismos que Jesús realizó (Cafarnaúm Mc 1, 23-28, Gerasa Mt 8, 28-34, la hija de la cananea Mc 7, 25-29, por citar algunos).
Los escritos apostólicos y el Apocalipsis recogen esta victoria de Cristo, que se consumará al final de los tiempos.
El Magisterio y la Tradición de la Iglesia, tanto en la enseñanza como en la liturgia, han recogido siempre esta verdad. El Catecismo de la Iglesia Católica habla del demonio hasta en 40 apartados. También la vida de muchos santos, que tuvieron experiencia directa de lucha contra el demonio, constituye un testimonio sobre su existencia.
Puntos del Catecismo donde habla de la Caída
Este permiso que Dios da a los demonios para perturbar la vida de los suyos es un gran misterio: es el misterio mismo del mal.
¿Por qué Dios, si es bueno y todopoderoso y aborrece el mal, permite que los demonios actúen y tengan poder sobre el hombre? Es un gran misterio, el “mysterium iniquitatis”.
Dios creó al hombre – y a los ángeles – por amor, y desea que el hombre le ame a cambio. Pero no hay amor sin libertad, por lo que Dios deja espacio al hombre para que éste elija amarle. Sólo Dios posee una libertad perfecta, incapaz de elegir el mal. El hombre –y los ángeles– pueden rechazar este amor.
¿Por qué Dios no destruyó a los ángeles caídos? Hay dos razones: la primera es que Dios respeta esa libertad que Él mismo otorga; la segunda, que de alguna forma, Dios se sirve también de ellos para realizar sus designios.
San Agustín afirma que Dios no permitiría el mal, si no fuera para sacar de él un bien mayor. En efecto, es lo que sucede con la historia de la redención, en la que el mal es finalmente vencido por el bien. Dios redimió al mundo del pecado, pero sin dejar de respetar la libertad del hombre, el cual puede acoger o rechazar esta redención.
Los cristianos creen que la victoria definitiva del bien y la destrucción definitiva del mal se producirán al final de los tiempos. Mientras tanto, el tiempo que vivimos se caracteriza por esta lucha entre el bien y el mal. La vida de los santos da fe de esta lucha, a veces cara a cara, con los demonios.
Palabras de Pablo VI en la audiencia general del 15 de noviembre de 1972 (Italiano)
El poder de Satán se manifiesta de muchas formas, la posesión diabólica es sólo una manifestación extraordinaria.
El demonio actúa de forma ordinaria en la vida de cada persona, mediante la tentación y la seducción, para inclinarla a cometer el mal. Esta actuación se combate mediante la oración y la práctica de las virtudes, con el auxilio de los sacramentos.
La Iglesia afirma que el hombre no está condicionado absolutamente por la tendencia al mal, sino que puede combatirlo con la ayuda de la gracia.
También se puede manifestar de forma extraordinaria mediante la posesión, la infestación, el acoso, la obsesión etc. Se trata de fenómenos muy raros, en los que Satanás llega a poseer el cuerpo –que no el alma– de una persona.
Este fenómeno lo combate la Iglesia mediante el ritual del exorcismo, que realizan sacerdotes encargados específicamente por su obispo para este fin.
Sin embargo, son muy pocos los casos de verdadera posesión. Antes de la práctica del exorcismo, se realizan todo tipo de pruebas médicas y psiquiátricas para descartar que no se trata de trastornos psicológicos.
Muchas de las personas que sufren de posesión diabólica han realizado prácticas nigrománticas o satánicas. Muy excepcionalmente, algunos santos han experimentado esta dura prueba.
Sobre el exorcismo: Debate en el programa “Lágrimas en la lluvia” de Intereconomía TV
En los últimos años están aumentando las sectas satánicas, entre los jóvenes pero también en relación con otros fenómenos sociales, como el narcotráfico o las prácticas mágicas.
Cada vez hay más adolescentes afectados por el fenómeno del satanismo, que se ha convertido en una “moda” transgresora. El padre Benoît Domergue, especialista en estos fenómenos, afirma que actualmente en Francia existe una cincuentena de asociaciones que agrupan a unos 5.000 individuos.
El fenómeno es tan preocupante que las autoridades de la República francesa se han involucrado. En 2006, la Miviludes (Mission interministérielle de vigilance et de lutte contre les dérives sectaires) publicó un pequeño informe sobre el satanismo en el que ponía en guardia contra este tipo de grupos.
En España, según un informe elaborado en 2010 por la Red Iberoamericana para el Estudio de las Sectas (RIES), el número de las sectas satánicas en este país ha aumentado en la última década, pasando de 41 en 2001 a 61 en 2010. Estos grupos estarían relacionados con episodios de profanaciones y robos sacrílegos en iglesias.
Ciertos tipos de música metal (black metal, death metal, neometal) constituyen también una puerta de entrada privilegiada hacia el satanismo. Un universo tanto más borroso en cuanto que formado por múltiples grupúsculos inexistentes desde el punto de vista jurídico o asociativo.
En países como Colombia, según denuncian algunos expertos, el satanismo se vincula al narcotráfico, como una práctica para “asegurar” el éxito de esta actividad criminal, y también como forma de sometimiento social. Otra vía para la práctica del satanismo es la brujería y la nigromancia.
Aparte del satanismo, existe otro tipo de sectas llamadas “luciferinas”, que sin llegar a los extremos del satanismo, sí que promueven una reinterpretación de la Caída del hombre, invirtiendo los términos: Dios es el malo, y Satán el ser bueno que se rebela contra él.
Informe de la Conferencia Episcopal Francesa sobre jóvenes y satanismo (en francés)
Conexión entre satanismo y narcotráfico