En el acto de contrición nos acusamos de pecar de pensamiento. Tal vez somos escrupulosos o indulgentes por no saber hasta dónde es pecado o deja de serloCampaña de Cuaresma 2025
Este contenido es gratuito, como todos nuestros artículos.
Apóyanos con un donativo y permítenos seguir llegando a millones de lectores.
Donar
El pensamiento es una facultad propia de la mente. Todos tenemos la capacidad de pensar, lo que nos hace distintos de los animales, porque si no fuera así no podríamos distinguir entre el bien y el mal. Ahí es donde estriba la cuestión del pecado.
Por eso, cuando hacemos el acto de contrición nos acusamos de haber "pecado mucho de pensamiento", porque desde ahí comenzamos a planear las palabras, las obras y las omisiones.
¿Cómo se peca de pensamiento?
Encontramos en el Catecismo de la Iglesia católica que la variedad de pecados es grande y menciona una lista hecha por san Pablo:
"La carta a los Gálatas opone las obras de la carne al fruto del Espíritu: 'Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios'".
Agrega el Catecismo la manera de distinguir los pecados:
"Se pueden distinguir los pecados según su objeto, como en todo acto humano, o según las virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto, o según los mandamientos que quebrantan. Se los puede agrupar también según que se refieran a Dios, al prójimo o a sí mismo; se los puede dividir en pecados espirituales y carnales, o también en pecados de pensamiento, palabra, acción u omisión".
La intención determina la malicia
Ahora bien, si estamos hablando de que el pecado de pensamiento comienza en la mente, debemos tomar en cuenta qué tanto lo consentimos, y, sobre todo, la intención con la que lo elaboramos.
Porque si es momentáneo y en seguida lo rechazamos, sin darle cabida, no hay pecado. Pero si volvemos a recordarlo una y otra vez, entonces la intención cambia la gravedad. Sobre todo porque puede dar pie a realizarlo.
Por ejemplo, si pensamos en cometer un robo y planeamos cuidadosamente los pasos a dar, pero el día en que vamos a hacerlo se nos atraviesa un imprevisto, por la pura intención ya hemos robado.
El mismo Catecismo nos alerta:
"La raíz del pecado está en el corazón del hombre, en su libre voluntad, según la enseñanza del Señor: 'De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones. robos, falsos testimonios, injurias. Esto es lo que hace impuro al hombre' (Mt 15,19-20). En el corazón reside también la caridad, principio de las obras buenas y puras, a la que hiere el pecado".
Por eso debemos cuidar lo que vemos, hablamos, escuchamos y hacemos para que nuestra mente permanezca limpia y nuestro corazón derrame únicamente rectas intenciones para con el prójimo, por amor a Dios.