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San José Sebastián Pelczar

Insigne predicador y confesor

JÓZEF PELCZAR;

Kotyłło CC

Nació el 17 de enero del 1842 en Korczyna, Polonia. Fue un insigne predicador y confesor. Todo en él fue un afán de adecuar su vida a la voluntad divina: «El acuerdo con la voluntad de Dios trae una paz inquebrantable. ¿Qué puede inquietar al que todo lo recibe con alegría, sabiendo que todo proviene de la voluntad de Dios llena de amor?».

Su austeridad y espíritu de entrega le instaba a repartir sus bienes entre los necesitados, pero siempre mirando a esa frontera del amor a todos en Cristo, sin la cual nada tiene sentido. Tuvo claro el cariz espiritual de su compromiso apostólico: «No basta dar dinero a los pobres. El dinero no tiene ojos, labios, ni corazón. El dinero no hablará, no consolará, no aconsejará. Mientras que el pobre necesita el consuelo, alivio, consejo y esperanza. La verdadera prueba del amor y misericordia para con los pobres es visitarlos» […].

«Servir a Dios es nuestra tarea principal. Tarea más importante frente a la cual todo lo demás es nada». Su devoción al Sagrado Corazón de Jesús le llevó a fundar en 1894, junto a la Madre Klara Szczesna, la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús. Tenían como objetivo los jóvenes, enfermos y los que precisasen cualquier tipo de ayuda.

Humilde y con el sentido de indignidad que acompaña a los genuinos discípulos de Cristo, pasado el tiempo manifestó: «Que Dios me perdone este atrevimiento, porque hasta hoy, fundadores eran las personas santas, pero lo que me justifica son las circunstancias en las cuales he visto claramente la voluntad de Dios».

En 1899 fue nombrado obispo auxiliar y un año más tarde prelado titular de la diócesis de Przemyśl. No desperdició ningún momento de su tiempo. Sabía del valor de la oración y su repercusión en la vida espiritual y apostólica. Es la característica comúnmente compartida por todos los que alcanzaron la santidad.

En la oración se plantearon las grandes cuitas de su existencia, suplicaron la conversión personal y pidieron ardientemente la gracia de saber tocar el corazón de las gentes para llevarlas a Cristo. Fue uno de los manjares que gustaron junto a la Eucaristía, nutriéndose a la par con la Palabra de Dios. Sebastián no fue una excepción.

Uno de los testigos de su fecunda vida sintetizó con estas palabras lo que había aprendido de él: «Las personas laboriosas, especialmente las que pasan más tiempo en la intimidad con Dios que con los hombres, tienen tiempo para todo». Este es otro fruto de la oración: la multiplicación del mismo de una forma sorprendente. No hay más que ver las biografías de los santos con trayectorias tan intensas como insólitamente creativas.

Pelczcar, cuyo lema fue: «Todo para el único Dios», escribió numerosas cartas pastorales, impartió charlas y homilías que encadenó junto a obras teológicas, históricas, textos sobre la ley canónica, manuales y devocionarios. Viendo su quehacer en conjunto está claro que una gracia tuvo que dilatar sus horas.

Murió la madrugada del 28 de marzo de 1924. Fue beatificado por Juan Pablo II el 2 de junio del 1991. No había sido un teórico de la vida espiritual, sino un fidelísimo seguidor de Cristo. Por eso, el pontífice dijo en la ceremonia: «He aquí un hombre que no solamente decía ‘Señor, Señor’ sino que cumplía la voluntad de Dios». Él mismo lo canonizó el 18 de mayo de 2003.

Artículo originalmente publicado por evangeliodeldia.org

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