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San Damián de Molokai

Un misionero belga en Hawai que sabía lo que era vivir en los márgenes de la sociedad

DAMIAN

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Jozef De Veuster creció en una granja en Bélgica y se esperaba que se hiciera cargo del negocio familiar. Sin embargo, se dio cuenta de que Dios tenía otros planes para él e ingresó en la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María en Lovaina.

Tomó el nombre de Hermano Damián y sentía compasión por otros. Mientras estudiaba para el sacerdocio, Damián rezaba ante una foto de san Francisco Javier, pidiéndole que intercediera por él para que fuera enviado como misionero. Su deseo le fue concedido tres años más tarde.

Cuando su hermano (que era sacerdote en la misma orden) no pudo ir a su misión en el archipiélago de Hawái, Damián fue elegido para ocupar su lugar. Fue ordenado sacerdote en Honolulu el 21 de mayo de 1864.

En 1865, el gobierno local tomó medidas drásticas para prevenir la propagación de la lepra y puso en cuarentena a todos aquellos que padecían la enfermedad en la isla de Molokai.

Era, fundamentalmente, una sentencia de muerte ya que no tenían los recursos para proporcionar una asistencia sanitaria adecuada.

El obispo local vio la nefasta situación de los leprosos y pidió voluntarios para ir a la isla. Se esperaba que un sacerdote fuera allí y atendiera las necesidades espirituales de aquellos exiliados por la sociedad. La tarea implicaba una futura muerte entre los leprosos.

A su llegada, el Padre Damián dijo a la gente que él sería “uno que será un padre para vosotros, y uno que os quiere tanto que no duda en convertirse en uno de vosotros; en vivir y morir con vosotros”.

Su presencia en la isla aumentó considerablemente la calidad de vida de los leprosos. Además de construir una iglesia parroquial, ayudó en todos los aspectos de la vida y se ocupó de sus necesidades físicas y médicas tan bien como pudo.

Según la página web de Waimea, “construyó casas para ellos, cuidó sus heridas y los enterró cuando llegaba el momento. Los ayudó a pintar sus casas y a plantar cosechas. Transformó la comunidad y se convirtió en un ejemplo de triunfo. Su mensaje de servidumbre se oyó en todo el mundo. La grave situación de las víctimas de la enfermedad de Hansen se hizo conocida y llegó ayuda”.

Esto renovó la esperanza de la gente allí, que hasta entonces habían vivido vidas miserables como parias sociales. Él los trató con gran dignidad, sin importar su religión. Les mostró que, incluso viviendo en los márgenes de la sociedad, se puede vivir con júbilo.

El Padre Damián se quedó allí con la gente y finalmente contrajo la misma enfermedad de las personas con las que trabajaba. Como ya había afirmado proféticamente, se convirtió en uno de ellos y después murió con ellos en 1889.

Su heroico ejemplo ha llevado a algunos a llamarlo un “mártir de la caridad”, muriendo en conexión con el amor que vertió por su gente.

Pablo VI declaró que era “venerable” en 1977 y Juan Pablo II lo beatificó en 1995. Benedicto XVI más tarde confirmó los numerosos milagros que se le atribuían y lo canonizó en 2009.

Por Philip Kosloski

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