San Valeriano fue obispo de Abbensa (en la provincia romana del norte de África) en el siglo V.
El rey vándalo Genserico toleró el cristianismo pero quiso que Valeriano aceptara la herejía arriana, a lo que éste se opuso. Entonces Genserico le mandó entregar los cálices y ornamentos sagrados.
Como Valeriano se negó de nuevo, fue expulsado de la ciudad y Genserico lo obligó a permanecer a la intemperie pese a que tenía 90 años. Estaba prohibido darle alimento o cobijo. Valeriano murió a causa de este castigo, que lo dejó en desamparo.
Oración
Tú, Señor, que concediste a San Valeriano el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.