El primer carmelita descalzo vivió un atractivo misticismo
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San Juan de la Cruz es un carmelita reconocido como uno de los mejores poetas de la historia de la literatura española. Él se concentraba en lo esencial. Dejaba de lado las distracciones que podían obstaculizar su íntima unión con Dios. Y así se convirtió en un místico cuya sabiduría ha inspirado a millones de personas de muy distintas creencias. Sus frases son luz en la oscuridad: Galería fotográfica
Sus obras están traducidas a más de 50 idiomas. Cualquiera puede identificarse con sus bellísimas descripciones del sufrimiento y el abandono -«la noche oscura del alma»- y encontrar inspiración en la finura espiritual del «Doctor místico».
Nació en Fontiveros (Ávila) en pleno siglo de oro español (cuando en el imperio español no se ponía el sol y el auge político coincidía con el artístico y cultural). Se llamaba Juan de Yepes.
Conoció la pobreza desde pequeño y más tarde la asumió voluntariamente convencido de que renunciar a lo material es fuente de libertad interior.
Siempre sintió la necesidad de llevar una profunda vida de oración, así que bien joven optó por una vida contemplativa como carmelita, tomando el nombre de fray Juan de San Matías.
Fue ordenado sacerdote y se ocupaba personalmente de las necesidades (también físicas) de sus hermanos frailes, sobre todo de los enfermos.
A los 25 años conoció a Teresa de Jesús, quien le invitó a unirse a ella para fundar los carmelitas descalzos, y volver así a los orígenes de la orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
De esta manera se convirtió en el primero de los frailes descalzos, en una sencillísima casa de Duruelo (Ávila), y tomó el nombre de fray Juan de la Cruz. Había aprendido que el sufrimiento enciende la llama del verdadero amor.