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Dar una paga a los hijos: ¿cuándo, cuánto, cómo…?

CHILD COUNTING MONEY

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Edifa - publicado el 20/09/20

Entregar cierta cantidad de dinero de forma regular a un hijo podría ayudarle a ser más responsable y autónomo.

Son muchos los padres que se plantean dar dinero bajo petición o mediante un pago regular. ¿Cómo hacer la elección correcta y a partir de cuándo empezar a dar dinero a tu hijo?

Se comenzó con la moneda deslizada bajo la almohada por mediación del “ratoncito” y continuó con el billete para ir al cine con los amigos. Poco a poco la práctica se vuelve frecuente y se decide dar una paga, principalmente, por motivos educativos, como una herramienta para enseñarles el valor del dinero y educarles en autonomía, aunque con ciertas condiciones…

“Les damos dinero circunstancialmente según sus necesidades”, explica Blandine, madre de cuatro hijos porque, continúa, “si les damos una cantidad fija regularmente podrían llevarles a pensar que la paga es algo debido que tienen derecho a exigir”.

Enseñar al niño a distinguir una auténtica necesidad de un deseo pasajero

“La paga no debe presentarse como una renta que haga creer al niño que el dinero cae del cielo y que gastar dinero es fácil y obvio”, valora el psicoterapeuta Thomas d’Ansembourg.

Dar dinero a petición evita este escollo: “Abre la vía al diálogo y ofrece a los padres la oportunidad de enseñar a sus hijos cómo distinguir una auténtica necesidad de un deseo pasajero. Así los forman en el discernimiento, en el conocimiento y en el autocontrol”.

Este método requiere disponibilidad, y a veces con una buena dosis de paciencia. ¡No siempre es fácil discutir con un adolescente! “Saben ser persuasivos cuando quieren alguna cosa”, constata Laure, madre de cinco chicos. “Siempre dicen que lo que quieren es vital y barato”.

Corresponde a los padres explicar que ellos mismos renuncian a ciertas compras o las dejan para más tarde: “La libertad no consiste en satisfacer todos nuestros deseos, sino en poder expresarlos, en refrenarlos a veces o en posponer la satisfacción, esperar a Navidad o a un cumpleaños”, comenta el padre Lancrey-Javal.

Pero la paciencia es una virtud en peligro de extinción en esta generación de la inmediatez bombardeado por campañas de  marketing.

La libertad de gastar o no

Dar dinero bajo petición permite un control más estricto de su uso. “Acepto financiar una salida al cine si la película me conviene”, explica Blandine.

De todas formas, conviene también dar cierta libertad al niño en este aspecto y dejarle incluso equivocarse. Según Nathalie Goursolas-Bogren, autora de sobre este tema: “El niño aprenderá por ejemplo al comprar algo que no cumplió con sus expectativas y eso le hará madurar”.

Agnès, por su parte, lucha contra la compra de chucherías y dulces: “Desaconsejo a mi hijo comprar dulces sin control. Le enseño también a no gastar inmediatamente el dinero recibido. Porque en cuanto llega a una tienda de ocasión, ¡su tendencia es a abalanzarse sobre la primera baratija que ve!”.

También conviene “saber si tu hijo tienda a ser ahorrador o despilfarrador”, comenta divertida Laure. Otra madre de tres hijos, Lorraine, confirma: “Si le doy 10 euros a mi hijo mayor, ¡lo normal es que se gaste 12!”. A fuerza de diálogo, estos comportamientos pueden ir evolucionando. “Al principio, el dinero representa la libertad de comprar lo que quieran. Luego viene le libertad de no gastar”, explica Nathalie Goursolas-Bogren, asesora de educación especializada en paternidad.

Un contrato entre padres e hijos

Una paga regular también tiene sus virtudes. El niño aprende a anticipar, a ahorrar y a experimentar frustración pues podrá reflexionar sobre sus gastos y elegir bien qué quiere tener porque sus recursos son limitados. Le responsabiliza.

Si quiere ir al cine por tercera vez en el mes y tiene la cartera vacía, extrae lecciones para la próxima vez, a diferencia del que recibe dinero bajo petición.  En este caso, no hay duda de que no se le concederán anticipos.

“El interés por la paga dada regularmente está en enseñar a planificar los gastos y a comprender que, una vez gastado el dinero, ya no hay más. Si acostumbramos a un niño a recibir anticipos, no dudará en endeudarse una vez que sea adulto”, advierte Nathalie Goursolas-Bogren, admitiendo también que puede hacerse de forma excepcional. “Acepto dar un anticipo si el proyecto me convence”, admite Agnès. “¿Cómo podría negar un anticipo a un niño que desea hacer un regalo de cumpleaños a su hermana o a su primo?”.

Otra ventaja de la paga regular: la garantía de una igualdad de trato entre todos los niños. “A partir de su entrada en el instituto, nuestros hijos reciben mensualmente una cantidad idéntica fijada en función de su nivel escolar”, indica Paul.

¿Cómo evitar, en este caso, que elque el niño no termine por considerar esas pagas como un derecho adquirido? Según el psicólogo Didier Pleux, “la regularidad debe estar ligada a un contrato previo con el niño. Si no hace ningún esfuerzo en clase y en casa, los padres pueden interrumpir temporalmente la paga”. Es una forma de significar que regularidad no es sinónimo de automaticidad.

Cómo pasar de la paga bajo petición a la paga regular

“Ante todo, es importante no dar demasiado”, insiste Nathalie Goursolas-Bogren. “El niño no debe poder satisfacer todos sus deseos. Debe aprender a digerir la frustración. La paga debe servir para darle un espacio de libertad y de elección en sus compras personales, pero sin transformarlo en un consumidor compulsivo que no se prive de nada”.

Durante los primeros años de secundaria, ¿por qué no contemplar la paga bajo petición? Esta manera más propicia al debate ofrece la oportunidad de educar al hijo o hija en su relación con el dinero. Más adelante, ya avanzado el instituto, puede instaurarse una paga regular con vistas a fomentar una progresiva autonomía que será necesaria en los estudios superiores.

Pierre, padre de tres hijos, ha escogido este método: “El dinero a demanda me ha permitido establecer una relación de confianza con mis hijos. Cuando los más grandes se hicieron estudiantes, evaluamos juntos un presupuesto aproximativo. Yo les preguntaba si era suficiente o no para sus necesidades”.

Según Thomas d’Ansembourg, lograr calcular serenamente con los hijos sus propias necesidades es uno de los signos del éxito de una buena educación: “Escuchar decir: ‘No lo he gastado todo, te devuelvo lo que me sobra’ es un maravilloso regalo para un padre”.

Queda precisar que el dinero de la paga nunca es una obligación. “Dar paga a un niño siempre es una elección educativa”, señala Nathalie Goursolas-Bogren. “Es un buen medio de enseñar a manejar el dinero, pero sin duda se puede hacer de distinta forma. Algunos padres no lo hacen por convicción personal, otros porque no tienen los medios para ello”.

Pero ¿sus hijos son más infelices? “Podemos amar sin dar dinero”, subraya el padre Lancrey-Javal.

<Élisabeth Caillemer

Tags:
ahorroconsumismodineroeconomíaeducaciónfamilia
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