Algunos prometidos experimentan un ataque de pánico la víspera de su boda. ¿Se trata de un simple ataque de estrés ante lo desconocido o quizás una duda válida para anular la boda? Aquí tenéis algunas ideas para discernirlo.
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No es raro que el pánico se adueñe de alguno de los prometidos cuando se aproxima la fecha de la boda. No se trata solamente de una duda, que viene y va, explicable ante la seriedad del proyecto, sino que también puede ser una angustia que parece no poder calmarse sino ante la idea de la anulación del compromiso.
Este pánico es más fuerte cuanto que sentimos la presión de no poder dar marcha atrás pues las invitaciones están enviadas. Por otro lado, el otro no entiende nada y la familia tampoco. “¿A qué viene esto a última hora?”.
El miedo a lo desconocido
¿Cómo gestionar este dilema? Quizás diciéndonos que esta aprensión repentina ha existido siempre en realidad, en mayor o menor medida. ¡Cuántas personas han confesado haber llorado el día de su boda ante el miedo a lo desconocido!
Este temor es más frecuente hoy en día, ya que los prometidos tienen tal vez menos ilusiones sobre las hermosas promesas de la vida conyugal. Muchos han visto cómo se derrumban otras parejas por lo que las dudas antes de la boda puede ser un signo de cierta lucidez ante las inevitables dificultades del futuro.
Por otro lado, conviene explorar si existen razones más profundas: ¿Un amor insuficiente? ¿Un defecto que no soportamos en el otro o la otra? ¿Un miedo a la sexualidad? ¿Un apego a la familia que hemos de abandonar? ¿La persistencia de un amor pasado que no pudo concretarse?
Escoger es renunciar: renunciamos a ese personaje de ensueño que esperamos a veces.
Estudiar la profundidad de la relación de pareja
¿Qué hacer? ¿Aplazar la boda para aclarar los sentimientos? A menudo esto pospone el problema sin resolverlo. En ausencia de un motivo grave, de una alergia profunda hacia el otro, de un defecto caracterizado que contraindicara formalmente el matrimonio, tenemos que esforzarnos por aprender a aceptar las inevitables imperfecciones de la condición humana.
Luego es importante que la pareja (y no la familia), dialogue cara a cara, estudie la profundidad de su relación, sopese y aplaque las dudas y los temores del prometido o prometida (o de ambos), concediéndose el derecho a expresarse.
La aceptación y la comprensión sin juicio de esos sentimientos negativos contribuyen poderosamente a que desaparezcan y hacen que cada prometido sea más objetivo y más libre frente a una elección tan importante.
Denis Sonet