Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
El amor a los enemigos está en el corazón del Evangelio. Este amor es real y exigente, ya que no pide nada a cambio. Jesús habla de ello sin romanticismos, más allá de toda caricatura:
Y para ser más claro, la convierte en una bienaventuranza:
La ley del perdón reemplaza a la ley de la venganza
Por supuesto, ¡Jesús no es masoquista! Rompe el círculo de la venganza y la violencia predicando un amor de estima y benevolencia hacia el enemigo:
Su vida da testimonio de esta entrega de amor, especialmente en la Cruz:
La actitud del discípulo es ante todo escuchar a Jesús con un corazón dócil y luego amar en la verdad. ¡Os digo que améis a vuestros enemigos! ¡Fuera el viejo decreto: "Ojo por ojo, diente por diente" (Lev 24:20)!
A partir de ahora, la ley del perdón sustituye a la ley de la venganza. Jesús corrige la ley y la lleva a la perfección. Toda vida humana es sagrada. El asesinato, la tortura y la guerra no pueden oponerse a esta invitación a amar a los enemigos.
¿Amar a tus enemigos, misión (im)posible?
¿Por qué amar a nuestros enemigos? Porque Dios los ama y nosotros somos sus hijos. ¿No tenemos todos el mismo Padre que "es bueno con los desagradecidos y los malos" (Lc 6, 35)?
Su misericordia está por encima de todo resentimiento. ¿Pero cómo podemos amar a la persona que nos ha traicionado, que nos ha hecho daño?
Es una batalla difícil de librar en solitario, es verdad, pero Jesús nos vuelve a enviar a nuestra libertad y nos muestra el camino: "Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados" (Lc 6, 36-37).
¡Menudo reto! Cristo nos honra pidiéndonos que lo cumplamos libremente, a pesar de nuestras heridas y limitaciones. Él confía en nosotros.
Esto no es imposible ya que Él mismo lo ha asumido. Él sabe que somos capaces, a condición de que le dejemos amar en nosotros.
Para ello, nos da Su Espíritu. Así que no nos desanimemos. El camino hacia el Padre es largo, pero el perdón hace que el paso sea ligero. Cada día nos volvemos un poco más misericordiosos. ¡De tal palo tal astilla!
Por Jacques Gauthier