Algunos se comprometen después de unos meses, otros esperan varios años. Necesitan tiempo para terminar los estudios, encontrar un trabajo y tener un buen salario. ¿Pero después de cuánto tiempo de noviazgo toca casarse?
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Es cierto que antes se pasaba muy rápido de la infancia a la edad adulta pero hoy en día esta etapa de transición es muy larga. Los jóvenes invierten muchos años de estudio, después se enfrentan a la precariedad laboral y tienen grandes dificultades para encontrar un trabajo estable que les permita independizarse.
Estos hechos hacen que se retrase todo, también la madurez. Se alargan los plazos previos al matrimonio, lo que favorece que muchos jóvenes opten por convivir en pareja antes de casarse.
El tiempo de noviazgo no es una simple espera
En cuanto a la duración del noviazgo, una respuesta prudente podría ser: ni demasiado corto ni demasiado largo.
Cuando se cree que todavía no se está preparado para el matrimonio por falta de madurez conviene prolongar el tiempo de amistad en lugar de comprometerse demasiado pronto para toda la vida con una persona.
Pero también hay que tener en cuenta que, en algunos casos, un hogar puede fundarse sin la necesidad de tener todo perfectamente atado (el trabajo fijo y estable; la casa…) siempre y cuando exista cierta autonomía económica y profesional y la relación con los padres y su dinero no sea dependiente.
El noviazgo es un tiempo para vivir. Entre la vida de soltero y la vida de esposo, hay un aprendizaje necesario para encaminarse hacia una vida “juntos”.
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Los que deciden convivir antes del matrimonio mezclan estos dos tipos de vida y por lo tanto tienen que aprender a conocerse al tiempo que buscan crear un hogar. Por eso habrá muchas cosas que se les escapan y tal vez no traten.
Los novios, al postergar su vida conyugal, se dan la oportunidad de compartir ahora y gradualmente las distintas facetas de su vida: sus amistades, su familia, sus aficiones, su vida espiritual, sus ideales. Así, poco a poco van conociéndose y, cuando decidan casarse, no lo harán con un extraño.
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El noviazgo, un tiempo para hablar
Una pareja tiene la oportunidad de aprovechar el tiempo de noviazgo y de preparación para el matrimonio para hablar también sobre temas que afectarán a su vida como esposos y padres: sexualidad, educación de los hijos, vida de fe… La condición de novios les anima a hablar del futuro, a diferencia de la vida común en la que se habla sobre todo del presente y de sus urgencias.
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Un tiempo para aprender a rezar juntos
Siempre es sorprendente constatar que muchos esposos cristianos que rezan más fácilmente con sus hijos tienen dificultades para rezar juntos como pareja. Como no hay comunidad sin oración comunitaria y como un solo corazón llama una sola alma (Hch 4:32), conviene aprovechar el tiempo de noviazgo. Es un tiempo de gracia para estar juntos ante el Señor, en secreto, en la liturgia o en un retiro. También es un momento para atreverse a compartir la Palabra de Dios y las acciones del Espíritu.
Por último y sobre todo, el noviazgo es un tiempo para aprender a amar. Algunos se sorprenden: ¿amar? ¡Pero los novios se abstienen de amar! ¡Qué error! Muchos confunden lamentablemente todos los planos del amor: afectividad, sexualidad, genitalidad.
El tiempo del noviazgo restaura y, por el contrario, honra la variedad de los lenguajes amorosos. Entre la amistad y la conyugalidad existe la ternura propia de los novios. Es importante para ellos, en el inmediato, como una justa y casta proximidad (no genital). También es importante para el futuro, como una ampliación del vocabulario del corazón y del cuerpo en la pareja.
Alain Bandelier