Nuestras jornadas están repletas y pasan tan rápido que a veces faltan el tiempo y el deseo para rezar. La fatiga se nota y la oración se olvida rápidamente. ¡Para remediar este círculo vicioso, necesitas un poco de disciplina y de buena voluntad!
1Decide dedicar un momento todos los días a la oración, nada más que a la oración
Tenemos una vida acelerada pero sabemos que es importante orar para fortalecer nuestra relación con Dios por eso, te damos nueve pistas para que no se te pase la oportunidad
Si esperamos hasta tener tiempo para rezar, nunca rezaremos. En cambio, si nos aferramos a la oración, siempre encontraremos unos minutos para esto.
2Confía al Señor este deseo de oración
Dios desea, más que nosotros, que Lo encontremos en la oración. Podemos estar seguros de que Él responderá a nuestro deseo, aunque no sea necesariamente cuando y como lo esperamos.
3Elige de antemano el tiempo para rezar
Si es necesario, escríbelo en tu agenda (la noche anterior, por ejemplo). Después de todo, es una cita al menos tan importante como las demás.
4No desees encontrar el momento ideal
Por supuesto, cuando puedas, mejor evita la hora de la siesta o la hora del día en que la casa sea más ruidosa. Pero las condiciones ideales no existen, y Dios lo entiende muy bien: Él puede encontrarnos en medio del ruido de una gran ciudad o en el letargo del comienzo de una tarde.
5A la hora indicada, comienza sin esperar
Uno suele descubrir miles de actividades urgentes para hacer en ese momento. Nos decimos a nosotros mismos: «Vamos, solo estoy viendo mis correos electrónicos» ... y nos encontramos viendo una película. Tanto es así que el tiempo para la oración termina sin haber comenzado a rezar.
6Fíjate una duración y cúmplela
¿Cuánto tiempo? Diez minutos, quince minutos o más, cada uno debe ver según sus posibilidades. Es mejor no ser demasiado ambicioso, especialmente al principio, y permanecer fiel: cinco minutos de oración diaria son mejores que una hora de vez en cuando. E incluso si tenemos la impresión de orar muy mal, vamos hasta el fin: los últimos minutos pueden ser los más importantes.
7Multiplica pequeños «encuentros de oración» en el centro de la jornada
Un cuarto de segundo es suficiente para volver tu corazón hacia Dios conduciendo tu automóvil, en la cola de una tienda, preparando la cena o lavándote los dientes.
8Mantén la confianza, pase lo que pase
9El peor enemigo de la oración es el desánimo
Haz que todas tus acciones sean oraciones
San Ignacio de Loyola decía que «el hombre no solo sirve a Dios cuando reza». Es decir, cada acción da lugar a una nueva oración, adecuada a las condiciones en que tiene lugar. Eso hace «encontrar a Dios en todas las cosas». Entonces, incluso en esos días en que no tenemos tiempo para detenernos para hacer una larga oración, dale gracias a Dios por todo lo que tienes y dile: «Señor, todo mi trabajo de hoy Te lo ofrezco».