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Oración en familia: ¿Cómo orar con tus hijos y evitar la cacofonía?

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Edifa - publicado el 08/10/19
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El abucheo de los pequeños, el mal humor de los mayores, el cansancio de los padres… La oración en familia es a veces similar a una carrera de obstáculos. ¿Cómo orar con tus hijos sin gritar ni enfadarse?

Recientemente, unos padres se lamentaban : “En casa, la oración es un gran lío. Los niños son insoportables. ¿No deberíamos simplemente parar? ¿Qué sentido tiene tratar de orar en familia en estas condiciones?” Otra madre confesó: “Por la noche, estoy agotada y tengo prisa por acostar a los niños. Si mi marido no está, no me atrevo a reunir a los niños para rezar”. Es verdad que orar con niños pequeños no es fácil, sobre todo si son muchos y tienen la misma edad. Tampoco es fácil orar con niños de edades muy diferentes, los más grandes se sienten avergonzados por la agitación de los pequeños que todavía no son capaces de tener largos momentos de silencio. Por diferentes motivos que varían de una familia a otra, la oración en familia rara vez es fácil, especialmente en ciertos momentos. Sin embargo, es importante orar en familia, y cuanto menos oramos, menos fácil es. Tratemos, por tanto, de encontrar algunas soluciones a las dificultades de muchas familias.

Elegir un buen ritmo de oración

En primer lugar, no nos comparemos con los demás. Lo que es posible en una familia no es posible en otra. El ejemplo de los demás debería animarnos, darnos ideas, pero corresponde a cada familia saber cómo pueden orar.

Es importante que el niño, aunque sea pequeño, se acostumbre a este tiempo de oración diaria. Es mejor rezar un minuto cada día, que diez minutos cada semana o cada mes. Cuando, por diversas razones, no hemos rezado antes de acostar a los niños, siempre podemos, yendo a besarlos en su cama, rezar unos segundos con cada uno de ellos : un Padre Nuestro, un pequeño cántico, una cruz en su frente. Es mejor tener esa breve oración en la cama que no tener ninguna.

Las familias numerosas pueden, en ciertos momentos, iniciar la oración por grupos de edad. Eso no es lo ideal, por supuesto, pero puede ser necesario temporalmente. También podemos adoptar un sistema mixto : durante la semana, rezar por grupos de edad y los domingos rezar todos juntos. Del mismo modo, de vez en cuando o durante un tiempo más o menos largo, se puede orar con cada niño en su habitación. Mejor que no orar en absoluto por culpa de que la oración en familia se haya vuelto demasiado pesada. Esta es a veces la única solución cuando uno de los padres se opone a la oración en familia. También puede ser la manera de empezar a orar en familia porque, poco a poco, los niños expresan el deseo de orar en grupo y no solos : se reúnen en una de las habitaciones que pasa a ser un lugar de oración y se reúne toda la familia allí todos los días.

Repartirse las tareas y las responsabilidades

El final del día es un momento en el que todos están cansados. Los niños se agitan aún más al sentir lo nervioso y la tensión de sus padres. Lo mejor es repartirse las tareas : mientras el padre gestiona los detalles finales (finalizar la comida o recoger las cosas en las habitaciones, por ejemplo), la madre puede empezar a rezar. Dos o diez minutos más tarde, los niños se podrán juntar con su madre ya relajada y habitada por el silencio de Dios. Pueden llegar cada uno cuando quiera y, al igual que su madre, empezar a rezar en silencio hasta que todos estén allí.

La agitación de los niños a veces se debe a que están mal instalados en un lugar que no permite el recogimiento. Es importante tratar de encontrar un lugar tranquilo para instalar su rincón de oración, para poner un icono, una imagen o una estatua frente a los ojos de los niños, muy cerca de ellos (y no a una altura tal que no puedan ver nada, a menos que se estiren el cuello). Una alfombra gruesa o una moqueta espesa, cojines, taburetes para rezar pueden ayudar a los niños a comportarse correctamente sin estar balanceándose de una rodilla a la otra o encorvados miserablemente. Algunas familias no dudan en apagar sus teléfonos móviles durante el tiempo de oración, para que no les molesten llamadas no deseadas.

No sentirse culpable.

La mayoría de las fotos que representan a las familias en oración son edificantes : niños arrodillados piadosamente, mirando el icono o el crucifijo. Todo parece perfecto… y tal vez lo es. Cuando vemos esto, nos decimos a nosotros mismos : “La oración en familia es maravillosa, pero somos incapaces de tal hazaña. Nuestra oración en familia no es así.” Primero, no se nos pide que seamos como nuestro vecino, sino como lo que el Señor espera de nosotros. En segundo lugar, hay que recordarse que una foto es una imagen más o menos planteada que no refleja las dificultades cotidianas. La mayoría (si no todas) de las familias cuyo recogimiento suscita nuestra admiración y nuestra envidia se enfrentan ciertamente a las mismas dificultades que las demás. Ellas también viven las oraciones con abucheo, el nerviosismo y el cansancio del final del día… pero, obviamente, no son estos momentos los que el fotógrafo elegirá inmortalizar.

Cuando rezamos, Dios no nos pide cosas extraordinarias : nos pide que estemos allí y eso es todo. ¿Están nuestros hijos agitados? ¿Estamos cansados? El Señor lo ve bien y lo sabe mejor que nadie. Si fuéramos conscientes de la inmensa ternura con la que mira a cada una de nuestras familias, con la que recibe todas nuestras oraciones familiares, incluso las más pobres, torpes, inquietas, entremezcladas con interrupciones o reprimendas, si entendiéramos que nos ama tal como somos, nunca dudaríamos en orar en familia.

Christine Ponsard

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