Los domingos, cuando voy al Santuario Nacional del Corazón de María, para compartir mis libritos católicos, suelo entrar y saludo a la Virgen. Me disculpo con ella y voy a la capillita donde tienen el sagrario. Me encanta entrar allí.
Es un oasis de paz, como una fiesta espiritual. Se relevan muchas cosas. Recibes gracias inimaginables.
Luego salgo al pasillo y coloco mi mesita con mis libros.
Esto es algo que nunca he terminado de comprender. Estoy lejos, pero siento la cercanía de Jesús en aquél sagrario. Está allá y a la vez está conmigo.
Suelen acercarse personas a conversar conmigo. Muchas me cuentan sus problemas, las dificultades de la vida. Recuerdo cierta vez que respondí: “No se preocupe, Dios no la abandona”. En otra ocasión recordé aquella famosa frase de santa Teresita: “En fin, todo fue tristeza y amargura. Sin embargo, la paz, siempre la paz se hallaba en el fondo del cáliz”.
Sólo me animé a decir: “Ánimo, todo pasa, esto también pasará”.
Suelo enviar a estas personas con un sacerdote. Ellos han visto lo que se puede ver en el mundo y esto les da una sabiduría excepcional. Luego los envío al Sagrario con Jesús y les digo: “Ve al sagrario y pregúntale a Jesús qué quiere de ti”.
La capillita del sagrario queda a un costado de donde coloco mi mesita con libros. Y a menudo los veo entrar angustiados, con el rostro adolorido, sin saber qué rumbo tomar o cómo salir adelante. Los veo luego salir serenos, en silencio, cabizbajos, pensativos.
A los días suelen acercarse para contarme cómo Jesús les ayudó. No se lo creen. Tanta belleza en el sagrario, tanta paz y alegría.
Cuando tengo un problema muy serio me refugio en aquella capilla, con Jesús en el sagrario.
Si las personas supieran esto, cómo cambiarían sus vidas. Podrían dedicarse a vivir con Dios en medio, actuando con rectitud y justicia, siendo misericordiosos.
Lo que encuentro en el sagrario se llama: “Amor”.
Cómo no admitirlo, es mi mejor amigo, el buen Jesús escondido en el sagrario.
Muchas veces lo pienso tan solo, y desde mi casa, o el auto, o el cine o un restaurante, viajo con mi mente a su lado, aunque sea un segundo, para hacerle compañía y dejarle un: “Hola Jesús, he pasado por aquí, para decirte que te quiero”.
Un favor, ¿lo harías? Cuando vayas a verlo dile: “Claudio te manda saludos”.
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