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¿Te animarías a rezar por mi país?

Claudio de Castro - publicado el 17/12/20

Son tantas cosas. El desempleo, el coronavirus, las dificultades, el aislamiento, los rumores, el miedo.

Tengo un año que no abrazo a mi madre. Cuando la visito desde lejos la saludo y acompaño. Ella vive en un primer alto. No es conveniente que me acerque, por su seguridad. Sé de reuniones familiares en que uno era asintomático y enfermó al resto, quedando hospitalizados o muertos los padres.

Qué difícil se ha puesto el mundo. En Panamá la situación ha empeorado. Los hospitales están saturados, no hay camas y los médicos se encuentran agotados. Están levantando tiendas enormes de campaña con catres para los enfermos que van a llegar.

Es una tragedia, hay muchos contagiados del virus y han muerto más de 3,500 personas. Son más que números fríos, son personas, gente con nombre y apellido, hijos, hermanos, padres, abuelos.

Para cuidar a nuestros ancianos, nuestras madres y padres, tenemos que distanciarnos, dejarlos solos sin nuestra compañía física y cuidarnos también nosotros con el lavado frecuente de manos, usar mascarilla.

Podemos llamarlos, emplear la tecnología, verlos a la distancia, pero nunca va a ser igual. La soledad y el miedo empiezan a ser un gran problema.

En Panamá, donde vivo, están poniendo más estrictas las normas de aislamiento, sobre todo para los días previos y posteriores a la Navidad y Año Nuevo.

¿Te animarías a rezar por mi país?

Últimamente he pensado mucho en estas palabras de Jesús: “Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré.” (Mateo 11, 28)

Hoy hice una salida corta para reflexionar. Decidí caminar en un lugar tranquilo, solitario, donde me siento seguro y empecé a rezar el santo Rosario mientras caminaba y despejaba la mente. El Rosario, rezarlo con fervor, siempre he ha dado paz.

Inicié con el primer misterio: “Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.”, pidiendo a la Virgen su protección… “Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.”

Le pedí por ti, que lees mis escritos, por mi familia y mi país, por los que padecen esta terrible enfermedad en el mundo entero.

Sigo caminando, rezando el Rosario.Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.

Empiezo a experimentar una gran paz y serenidad, una tranquilidad sobrenatural. Y me doy cuenta que debo tener más fe y confianza, rezar con más fervor y recordar las palabras que tantas veces nos repite la Biblia: “No tengas miedo”.

Leí que están escritas 365 veces, una vez para cada día del año. Es algo que Dios siempre nos dice: “No temas, pues yo estoy contigo”. (Isaías 41)

No perdamos nunca la esperanza, la fortaleza que nos da la fe y la alegría para vivir el Evangelio, aún en los momentos más oscuros.

¡Cuídense mucho!

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