Escuchas un grupo enorme de jóvenes cantar a viva voz. No sabes de qué país provienen. Para averiguarlo solo debo salir de mi casa y caminar unos pasos. He tenido la gracia que muchas actividades de la JMJ se celebren a pocas cuadras de donde vivo.
Cada tarde salgo un rato con Vida, mi esposa, para saludarlos. Su alegría es contagiosa. Puedes ir serio, con dificultades, pero su entusiasmo y alegría te cambia. No puedes evitarlo. Esos jóvenes tienen algo que te renueva las esperanzas.
Los peregrinos se cruzan en el camino, los que van al parque Omar y los que vienen en la otra dirección. Cientos de ellos caminando a la vez, portando banderas, mochilas en sus espaldas. Ves sacerdotes, frailes, religiosas, laicos comprometidos, jóvenes de diversas nacionalidades. Hay saludos, abrazos, intercambios de regalos, jóvenes que antes nunca se habían visto. En Panamá en estos días todos somos hermanos.
A la vuelta de mi casa unos indostaníes tienen su negocio de autos. Uno de ellos ha colocado una nevera enorme, con hielo, repleta de botellas con agua fresca. Se sienta todo el día bajo el ardiente sol para obsequiar agua a los sedientos peregrinos que pasan, camino al Parque de la Juventud. El calor en estos días en Panamá es sofocante. Fui a ver y me ofrece agua.
―No soy peregrino.
―No importa, es para todos. Gratis.
Este gesto me impresionó y le pregunté si podía hacer un video.
El video se hizo viral, tiene más de 100,000 visitas.
Ocurrió entonces la historia que les quería compartir. Una hora después de subir el video me telefonea desde Canadá un amigo que hace muchos años emigró a ese país. Su hijo vendría a la JMJ con un grupo grande de su parroquia.
―Claudio, creo que mi hijo está cerca de tu casa.
― ¿Cómo lo sabes?
―Estaba hablando con él por el teléfono móvil y lo escuché agradecer la botella de agua a una persona que tiene la misma voz que el de tu video. ¡Tiene que ser él!
―Dime dónde está tu hijo en este momento.
Me dio los detalles y fue increíble, se encontraba a pocos metros de donde vivo. Vino a mi casa, lo recibimos con mucho cariño y compartimos un rato agradable.
Qué bueno es Dios que propicia estos encuentros fraternales de maneras que nunca podríamos imaginar.
La JMJ está cambiando vidas y dará muchos frutos de espiritualidad.