Últimamente he pensado mucho en tus saludos Jesús.
Cuando te visito en aquel sagrario, sabiendo que estás allí, que eres tú, a veces ni siquiera te saludo. Me arrodillo y hago la señal de la cruz, pero no te saludo.
Me siento en aquella banca olvidando que todo te lo debo a ti. Mi familia, mi vida, la fe.
A diferencia de mis pobres saludos, los tuyos nos llenan de esperanza. Renuevan nuestras vidas. Incluso nos enseñaste cómo saludar, usando un gesto de paz.
Me gustan tus saludos Jesús. Son tan hermosos.
Una vez resucitado solías aparecerte a los tuyos. Tenías formas diferentes de saludar. Siempre los animabas a continuar y andar tu camino.
He buscado en la Biblia los saludos que acostumbrabas usar.
“¡Dios os guarde!”
“No temáis”
“La paz con vosotros”.
Les hablabas de Dios, tu Padre y de la paz sobrenatural que podías brindarnos.
“Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde”(Jn 14, 27).
A veces me pregunto si me animaría hoy día a saludar de esta forma. Acercarme a la persona que me hace daño, perdonarlo y desearle paz en su corazón. O a la cajera del banco y decirle igual: “la paz sea contigo”. ¿Cómo reaccionarían?
San Francisco de Asís, solía saludar deseando la paz con su bellísimo saludo de “¡Paz y bien!”Dicen que cuando encontraba alguien por el camino también le saludaba de esta forma: “La paz del Señor sea contigo”.
La paz hoy día es un valor inestimable. Basta mirar hacia Siria. Por eso este saludo cobra vital importancia.
Este año deseo cambiar algunas cosas en mi vida. Una de ellas es la forma como saludo. Quisiera darle valor, que no sea un simple gesto social. “Buenos días”. “Buenas tardes” “Hola” “¿Qué tal?” “¿Cómo te va?”.
Empezaré a desear la paz. Puede que este pequeño gesto anime al que reciba este saludo de paz y lo ayude en su vida. No es cualquier cosa. Hay una promesa implícita en esto.
“En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa.” Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros”. (Lc 10, 5-7)
En lugar de un simple “Hola”, usaré una palabra llena de significados: “Paz”.
Siguiendo el ejemplo de san Francisco de Asís saludaré de esta forma:
“La paz de Dios sea contigo”.
Aunque también disfruto mucho saludando con un “Paz y bien”.
Permiteme empezar contigo amable lector:
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