Esta mañana desperté con una canción mariana en los labios.No dejaba de repetirla en voz baja, y me iba alegrando y llenando de esperanza.
Seguro la escuchaste en tu infancia:
“Oh María madre mía, oh consuelo del mortal, amparadme y guiadme a la patria celestial”.
La verdad es que me siento FELIZ de tener una Madre espiritual como la Virgen María en el cielo, velando por mí, y también por ti.
En este momento mientras te escribo canto emocionado, queriendo piropearla y demostrarle a nuestra bella Madre que la queremos, que nos ilusiona que sea nuestra Madre.
Me siento de pronto como aquél niño en la provincia de Colón, con pantalones cortos, camisa blanca y corbata azul añil, que salía del colegio Paulino de San José y le rezaba a nuestra Madre.
Al salir de casa pasé a saludar a un sacerdote amigo, nos encontramos en la Iglesia de Guadalupe. Primero fui un rato a ver al buen Jesús en el sagrario. A la salida lo encontré.
― ¿Padre recuerda esta canción que cantábamos de niños?
Y ambos cantamos a coro la bella canción: “Oh María madre mía, oh consuelo del mortal, amparadme y guiadme a la patria celestial”, para honrar a nuestra Madre del cielo. Fue un bello momento.
La Virgen nos ha cuidado a todos con amor maternal.Sabe lo que es ser madre, y conoce las dificultades de la vida, y también conoce a Dios que es Amor y desea que todos nos acerquemos confiados y nos reunamos un día en el Paraíso.
Tengo tantas anécdotas, historias sorprendentes del cuidado maternal de la Virgen María. Te las iré contado este año. Su amor por la humanidad, sus hijos espirituales, sobrepasa nuestro entendimiento.
Perdona mis palabras llenas de emoción, no puedo evitarlo al sentir este gozo de saberme amado por Dios, amparado por la Virgen santísima.
Me encanta saberme hijo espiritual de la Virgen María. Y suelo rezarle con esta bella jaculatoria: “Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”.
¿Has sentido el amor y “protección” de la Virgen en tu vida?
“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?”
Que no se turbe tu corazón, encomienda tus pasos a la Virgen María.
“A Jesús, por María”.
Me brota del alma este grito:
¡Que viva la Virgen!