No recuerdo si te lo conté. Un amigo que es fraile franciscano me ha llamado con video conferencia desde una iglesia de Nicaragua. “Te quieren visitar Claudio”, me dijo. Estaba en adoración frente al Santísimo Sacramento. Mi alma se sacudió entera.
Me conmovió profundamente, lágrimas de emoción brotaron de mis ojos cansados. Sólo atiné a decirle: “Te quiero Jesús. No soy digno de ti”.
Sentí en mi interior como si Él respondiera: “Vamos Claudio, eres mi amigo y te quiero”.
En ese momento recordé sus palabras cuando su madre fue a verlo y Él respondió: “… mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”.(Lucas 8, 21)
Qué lejos estaba yo de esto. Pero era tanto su amor que emanaba desde aquél pequeño Sagrario, que me sentí feliz, ilusionado, fortalecido.
Jesús me llama desde el Sagrario y espero con ilusión poder salir de esta cuarentena obligatoria para ir a verlo.
Necesito estar con Él, postrarme en su dulce presencia, tener ratos de largo silencio y otros momentos de oración en su presencia y Majestad. Quiero decirle que le quiero, y pedirle perdón por tantas debilidades y ofensas a su Sacratísimo Corazón. “Te necesito Jesús, quiero verte”.
Ayer le escribí a un amigo sacerdote para saludarlo y al instante me ha enviado una fotografía del sagrario de su parroquia. “Estoy con tu gran amigo”, me escribió. No pude dejar pasar la ocasión y le respondí: “Necesito pedirte un favor. ¿Podrías decirle “Claudio te manda saludos Jesús?”
Quiero compartirte una bellísima entrevista que le hice a una dulce abuelita, enamorada de Jesús Sacramentado. Suelen pedirme que la publique. Vale la pena. Escucha con atención sus palabras.
En 1675 Jesús se aparece a Santa Margarita María de Alacoque, le muestra su Corazón rodeado de llamas de amor y le dice estas palabras que aún hoy conmueven y te llevar a pedirle perdón a Jesús.
“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor.”
¿Te animarías a consolar a nuestro Señor con tu amor, amando mucho?
También puedes consolarlo con tus oraciones, la vida sacramental, las obras de misericordia y un alma limpia de pecados.
Puedes ofrecerle todo a Jesús, tus dificultades, enfermedad, sufrimiento, por los sacerdotes, las familias, las almas de los que parten a la eternidad.
Tengamos contento a Jesús con nuestro amor.
Hoy emocionado, pasaré el día con esta jaculatoria en los labios: