El domingo salí con Vida, mi esposa. Fuimos a un restaurante. Cuando llegamos, empecé a empujar la puerta y no abría. La sacudí con fuerza y nada. Entonces Vida la impulsó con suavidad y en seguida abrió.
Un guardia de Seguridad, que veía el espectáculo desde el otro lado, sonrió y comentó mientras entrábamos:
“¿Su esposa abrió la puerta a la primera y usted no pudo? Las mujeres saben más. Tienen intuición. Escúchela y le irá bien”.
Al instante Vida añadió sin dejar de reír:
“Te están enviando un mensaje”.
La verdad es que soy testarudo. La escucho y termino haciendo lo que me parece mejor y por eso me estrello. Las esposas tienen un sentido común que Dios les ha dado, un olfato para intuir las cosas, al que no estamos acostumbrados.
En Marzo del 2000 diseñé una portada nueva para un libro que acababa de escribir. Me encantó. Tenía colores vivos, una tipografía espectacular, una foto con alta resolución. Se la mostré emocionado a Vida.
“Va a ser un Best Seller”, le dije augurando el éxito.
“Y, ¿Cuántos libros vas a imprimir?”, preguntó Vida con esa mirada de:
“Eh… Cuidado con tu respuesta”.
Lo pensé un rato y respondí con absoluta seguridad:
“He pensado editar unas 5000 unidades. Es un cálculo pequeño”.
Y añadí para tranquilizarla:
“Se van a vender como pan caliente”.
Me advirtió:
“No lo hagas. Imprime una cantidad menor”.
“¿Por qué?”
“Escucha a tu esposa. A ti te gusta la portada, pero no les has preguntado a otros si les gusta. Debes diseñar portadas para tus lectores, no para ti. A mí no me parece bien imprimir semejante cantidad y creo que es un error”.
“Te equivocas”, repliqué con certeza. “Esto es oro en polvo. ¿No puedes verlo? En un mes agotaremos existencias”.
Estamos en el 2016. Guardo en mis bodegas 79 cajas repletas del libro que iba a ser un best seller. He logrado bajar un poco los inventarios regalando esos libros, cuando alguien los acepta.
No le menciono el tema a mi esposa porque me diría:
“¿Ya ves? Te lo advertí.”
Y me rio al pensarlo. ¡Cómo no la escuché!
Ahora la escucho un poco más. Pero no siempre le hago caso.
Ese domingo, riendo me ha recordado las palabras que, en broma y en serio, nos dijera aquél guardia:
“Escucha a tu esposa….”
Me ha dejado pensando, el tiempo dirá.
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