Sé que rezas por tus sacerdotes, pero ahora debemos rezar con más ahínco y fervor por ellos. Según leí, solo en España han muerto unos 70 sacerdotes, en Italia 100 o más, igual ocurre en otros países. Médicos de las almas, los sacerdotes están expuestos y caen en esta cruel batalla.
Es conocido el caso del sacerdote anciano de 95 años que momentos antes de partir, el día de san José, levantó sus manos con los puños cerrados, en señal de celebración y triunfo y dijo: “Nos vemos en el Paraíso”.
Nos dejó este mensaje: “No tengan miedo, estamos todos en manos de Dios”.
Esta mañana leí impactado en las redes sociales el anuncio que tres sacerdotes misioneros claretianos, que conozco bien y son muy queridos por la comunidad en la parroquia a la que solía ir, han dado positivo. Publicaron un comunicado informando que están contagiados y mantienen cuadros estables.
Esto que vivimos y que en mi país ha empeorado con los días, me ha hecho pensar y reflexionar mucho en los sacerdotes. Lo que les debemos por su sacerdocio es impagable, ya que sin sacerdotes no hay Eucaristía, ni quien administre los sacramentos, perdone nuestros pecados, consuele a los moribundos con el viatico para la vida eterna.
Un sacerdote no es como nosotros. Tiene algo diferente, sagrado. El catecismo de nuestra Iglesia nos dice:
«Es al mismo Cristo Jesús, Sacerdote, a cuya sagrada persona representa el ministro. Este, ciertamente, gracias a la consagración sacerdotal recibida se asimila al Sumo Sacerdote y goza de la facultad de actuar por el poder de Cristo mismo (a quien representa)».
Antes, cuando se podía, me gustaba charlar con los sacerdotes. Les decía: “¿Me permite darle un abrazo? Abrazo al Cristo que vive en usted”.
Leí de san Josemaría Escrivá estas fuertes palabras sobre el sacerdocio:
“Llego al altar y lo primero que pienso es: Josemaría, tú no eres Josemaría Escrivá de Balaguer (…): eres Cristo (…). Es Él quien dice: esto es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre, el que consagra. Si no, yo no podría hacerlo. Allí se renueva de modo incruento el divino Sacrificio del Calvario. De manera que estoy allí in persona Christi, haciendo las veces de Cristo.”
Durante la consagración suelo pensar: “Mira de nuevo Claudio. Mira a Jesús”. Es una costumbre que me ayuda a estar en la presencia de Jesús. Cuando me confieso me digo antes de entrar al confesionario: “Escucha con atención. Jesús te va a hablar”.
Con los sacerdotes he recibido los mejores consejos para mi vida espiritual.
El sacerdote lo ha dejado todo por seguir a Cristo, gastan sus vidas por algo grande y en estos momentos necesitan de nosotros y nuestras oraciones.
¿Te animarías a acompañarlos dándoles ánimo, rezando por ellos?