Hay cosas sobre la vida que nadie me dijo cuando fui joven. Me habría encantado que alguien me las dijera. Llenamos nuestra cabeza con números, fórmulas matemáticas, reacciones químicas, novelas, datos geográficos y curiosidades. Olvidamos temas fundamentales.
Hay unas palabras que nunca escuché: “Tú puedes conquistar tus sueños”.
¿Quiénes son los que NO conquistan sus sueños? Los que nunca tratan. Tienen miedo de intentarlo. Están muy cómodos con sus vidas.
Les asusta el cambio. No se arriesgan.
¿Qué harías si un día Dios te llama y te das cuenta que tiene algo grande para ti? ¿Te arriesgarías a dejarlo todo para seguirlo?
Mi mayor sueño es conquistar la montaña de Dios, escalarla, llegar a la cima. Y mostrarles el camino a otros, para que algún día lleguemos juntos.
Es tan empinada que a cualquier distracción resbalas y caes. Tiene piedras afiladas en los bordes, acantilados profundos, y un camino muy estrecho.
¿Cuáles son tus sueños?
¿Qué te impide seguirlos, conquistarlos?
Cuando estaba por cumplir 50 años mi esposa Vida se me acercó, me abrazó y me dijo:
“Tienes un sueño que no has cumplido. Es hora de hacerlo realidad. Yo te apoyaré”.
Estaba agradecido por este este gesto suyo. Me senté a reflexionar y llegué a una conclusión sencilla:
“Si no lo intentaba ahora jamás tendría otra oportunidad”.
Lo dejé todo y me dediqué a escribir. En ese momento teníamos cuatro hijos estudiando, muchas responsabilidades, una hipoteca, préstamos bancarios. Todo estaba en contra de esta locura. Los amigos preocupados me preguntaban: “¿Cuándo vas a trabajar?” y yo respondía: “Estoy trabajando. Confíen”.
¡Qué tiempos tan difíciles! Estuvimos a punto de perder todo.
En esos momentos de incertidumbre pensaba: “Debo confiar. Dios no abandona a sus hijos”.
Y cuando no podía más me repetía con insistencia: “Confía Claudio. Confía”.
Poco a poco fuimos saliendo de los problemas, cancelando las deudas y estabilizándolos.
“Los sueños son para ser conquistados”, me decía. “Debo seguir”.
Ocho años después tenemos una editorial católica. Nuestros libros se encuentran en 15 países y empiezan a ser traducidos a diferentes idiomas.
Todavía hoy sigo soñando y escalando la montaña de Dios. La cima se ve a la distancia y me faltan muchos años y días para llegar. Hice un alto sobre una gran roca para ver el panorama y escribirte. Tomaré un descanso y luego seguiré subiendo.
Pero antes hay algo que debo decirte:
Nunca te rindas. Sé persistente, constante.
Que nadie te diga: “No puedes”.
¡Ánimo!
Dios espera por ti.