Me gustaría contarte algo de mi vida.
Soy un padre de familia con 4 hijos; que trata de sacarlos adelante junto a mi esposa Vida. He aprendido que “con Dios en medio”, todo es más sencillo. He dedicado parte de mi vida a compartir mis vivencias con Dios.
Soy un buscador de la verdad.
Desde que tengo memoria busco a Dios. Creo que todos lo anhelamos, de una forma u otra porque Dios ha sembrado en nosotros esa inquietud.
Suelo narrar los eventos cotidianos que nos ocurren a todos, con las alegrías y dificultades, por eso las personas se identifican con mis libros.
Tomo cada vivencia y la sumerjo en Dios porque es Él quien le da sentido a lo que hago. Sin su presencia, en medio, todo sería inútil.
Hoy me levanté temprano para escribirte. En casa, todos duermen.
Tengo un lugar “especial”, es una banca en un parque cercano, en la que me gusta sentarme para reflexionar y pensar a gusto. Suelo venir aquí, bajo la sombra de un gran árbol, para hablar con Dios.
Es una necesidad vital. A veces siento que pierdo el rumbo de mi vida y Él llega a recatarme: “No temas”, me dice. “Yo estoy contigo”.
Me agrada rezar con los salmos. Éste es uno de mis favoritos:
“Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
Mi alma está sedienta de ti,
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua”.
De pronto experimentas su dulce presencia. Sabes que es Él. Son momentos en los que sencillamente no haces nada. Sólo necesitas estar allí, en Su presencia. Nada más importa.
Él lo llena todo: tus ilusiones, deseos, sueños, esperanzas.
Hace unos días un conocido me pidió que le explicara mejor esto: No pude. Es algo que debes vivir. Un amigo me dijo una vez: “A Dios hay que experimentarlo”.
Me falta tanto por comprender. Me conformo con vivir el momento, estar allí para Dios, amarlo con todo el corazón, decirle:
“Aquí estoy, envíame. Quiero ser tus manos, tus pies, llevar tu Palabra, dar esperanza, ayudar al afligido, recuperar la sonrisa del que sufre…”
Otro me pidió que le mostrara cómo rezar. Fue una pregunta que los apóstoles le hicieron a Jesús. Y Él los sorprendió enseñándoles el Padre Nuestro y la mejor forma de rezar.
Me encanta saber que Dios es nuestro Padre y nos ama tanto.
Si alguien me preguntara: “¿Eres feliz Claudio?”, le respondería sin dudarlo: “Lo soy”.