“Hoy me he dado cuenta que llevo días sin visitarte Jesús, en el sagrario. Lo siento amigo. Me he distraído con tantos problemas y he olvidado lo fundamental. Tu llamado a la santidad se me hace tan difícil… Por un lado lado la política”.
“Hay santos que fueron políticos Claudio.”
“Por otro lado la televisión.”
“Hay santos que usaron los medios de comunicación para difundir la buena nueva”.
“Por otro el Internet”.
“Hay millones de creyentes que usan las redes sociales para comunicar el Evangelio y compartir sus experiencias”.
“Ya me he dado cuenta Señor, contigo no se puede.”
“Les tiendo la mano, no me dejen esperando…”
“Sólo deseo tener paz”.
“Recuerda las palabras de santa Teresita…. “La paz, siempre la paz, se hallaba en el fondo del cáliz”.
“Es verdad… hay que ir al fondo del cáliz, pasar la prueba, soportar la tormenta, para encontrar la paz”.
Hemos dejado de hablar para unirnos en oración.
Me detengo a recordar cuando busqué a Jesús por primera vez. Tenía el alma pura, intocable. Era un niño de pantalones cortos. Me sonrío al pensarlo. Cruzaba la calle para verlo en una capillita enfrente de mi casa. Me encantaba saber con “total certeza” que allí estaba Jesús mirándome, sonriendo, esperando…
La pureza del alma te permite ver más allá…
Luego lo dejé de visitar aunque Él estaba allí, esperándome. Me fui a vivir mi vida y al final volví al principio, al sagrario. Y ya no me quiero ir de aquí, junto a ti Señor. Aquí encuentro mi reposo, la paz que siempre anhelé, el amor infinito de un Padre que nos ama infinitamente, y una alegría antes desconocida.
Quiero regresar un día al sagrario de mi infancia, en Colón. Y saludar a Jesús, darle una sorpresa. Le tomaré una foto para ti. Es una capilla bellísima donde se respira bondad, presencia de Dios.
Desde el sagrario Jesús me atrae como la miel a la abeja.
Un día estaba comprando en un puesto de frutas y de pronto sentí que me llamaban.
“Eh, Claudio, aquí estoy”.
Reconocí tu voz Señor, pero no te encontraba.
“¿Dónde estás?”
Me volteo y detrás de mí vi una Iglesia.
“Voy enseguida a verte”.
Crucé la calle y busqué la capilla del sagrario. Supe que estabas solo y querías compañía.
“Eres un caso Señor…” le dije y nos reímos juntos.
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