Navidad. Una palabra tan corta y que nos lleva a contemplar el gran misterio de la salvación. Nace el pequeño Jesús, el Amor de los amores. El gran amigo y hermano.
Me parece que una vez te comenté que mi papá era hebreo. Cada Navidad, algo en él cambiaba. Nos llevaba a escuchar villancicos y paseábamos en auto para ver nacimientos. La mañana de Navidad era el primero en estar al pie del arbolito navideño, disfrutando, viendo nuestra felicidad infantil. Y luego a Misa. Sí, también nos acompañaba.
Estos son los días en que recordamos que todos somos hijos del mismo Dios, por tanto, hermanos.
Disfruto mucho salir con mi familia en coche de noche y hacer igual, ir a ver nacimientos, escuchar villancicos.
Mi esposa Vida hornea deliciosos dulces y el aroma del ponche se cuela en todos los rincones de la casa. La cocina es lugar de visita obligado. “¿Ya está listo?” Y ella responde: “Paciencia. Falta poquito”.
La Navidad nos da sentido de Eternidad. Nos recuerda que tenemos un Padre amoroso en el cielo. Y que todo en esta vida es pasajero, por tanto, no merece la pena aferrarse a lo material.
En Navidad recordamos a nuestros seres amados que han partido y alguna vez compartieron con nosotros estos bellos momentos. A mí ocurre. Pero en lugar de llenarme de tristeza por su dolorosa partida, los imagino en el Paraíso, celebrando allá la Navidad al lado de Jesús y María y el buen San José. Los ángeles que dieron la noticia a los pastores seguro estarán también. Ha de ser estupendo poder preguntarles cómo fue: “Cuéntame buen ángel. Estuviste allí, lo viste todo, háblame de la Navidad”. Imagino los cantos angelicales, la felicidad que se desborda, el amor que todo lo abraza. El Paraíso.
Extraño a mi papá, pero a la vez me siento feliz por él que puede ver a Jesús, estar allí, en el cielo, el día de la Navidad. ¡Ha de ser increíble!
En estos días me gusta mucho desear a todos una Feliz Navidad. Donde vaya lo hago. Dejo el camino lleno de buenos deseos y de paz. Voy al supermercado, la cajera preocupada por cobrar bien, le sonrío y le digo: “Feliz navidad”. Es sorprendente, algo tan sencillo basta para cambiar su semblante y el de muchos otros. De pronto sonríen y te responden: “Feliz Navidad para usted también”.
Me acerco a aquél que me ha hecho daño. Lo he perdonado y de todo corazón le digo: “Feliz Navidad para usted y su familia”. No parece comprender lo que ocurre. Nunca lo esperó. Pero lo ayuda a reflexionar y me devuelve una sonrisa con otro: “Feliz Navidad”.
Haz la prueba. Y luego me cuentas cómo te fue. Te vas a sorprender. Vale la pena recordar lo que estamos celebrando, cuando en algunos países desean cambiar esta bella palabra por “Felices Fiestas” u otras similares. Vamos contra corriente. Somos Católicos.
Anda, sal hoy de tu casa y saluda con un: “Feliz Navidad”.
¡Dios te bendiga!
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